lunes, 29 de julio de 2013

Ruta circular por los puertos del Reventón y de Malagosto, desde Rascafría.


Desde el Flecha, al final del cordal, se yergue la cumbre de Peñalara

Hoy, en las postrimerías del mes de julio, decido pasear mí soledad por los robledales de Rascafría,  ascender al puerto del Reventón, de pasada visitar el Carro del Diablo, buscando sacudir la melancolía con la que me he levantado,  tratar de recuperar el tono mientras, cordal divisorio de provincias adelante (Segovia y Madrid), recorro los picos del Reventón y la Flecha camino del puerto de Malagosto, para retornar no muy tarde a casa.
El cordal norte de la sierra de Guadarrama, que se extiende entre los picos de Peñalara (2.428m) y el Nevero (2.209m), está constituido por montes de relieve suave; sus laderas están cubiertas de robledal en la parte baja, pinos a media altura y pasto por encima de los 1.800 metros.
No sé si es el día el que se ha puesto a tono con mí ánimo, o si el incipiente desaliento que me embarga es fruto del tiempo nublado y húmedo que cubre la sierra. Aunque, a decir verdad, más bien creo que ambos son fruto de sí mismos y tan sólo han coincidido en el espacio.
Oscuros nubarrones cubren la Pedriza y la Sierra
Inicio la marcha por una ancha pista de tierra que se encuentra junto al Polideportivo de Rascafría (1.163m). Son las 8:30h y las nubes persisten sobre la Sierra.  Cruzo la puerta que impide el paso de los vehículos y voy atravesando una amplia pradera. Unos metros más adelante hay un camino que sale a la derecha, si bien yo continuo por unas trazas hacia la izquierda, subiendo por la máxima pendiente, paralelo a una linde de demarcación, en dirección hacia otra puerta que también hay que franquear, para entrar en el bosque de robles de Los Horcajuelos.
Los troncos cubiertos de líquenes, el sustrato de helechos, la bruma y la densidad arbórea del robledal confieren un tono algo enigmático a este tramo.
Finalmente, tras cruzar otra cancela, dejo atrás los robles y entro en una zona de pinar llamada Cerro del Diablo. Voluminosos bloques graníticos flanquean la senda. Al final de la misma se encuentra el más curioso de ellos: una formación rocosa conocida como el Carro del Diablo, que  se asemeja bastante a una tortuga acarreando una pesada bola de piedra sobre su caparazón.

El sendero acaba en  una ancha pista de tierra; no hay que tomar ni a izquierda ni a derecha, sino por la pista que justo enfrente inicia una subida y por la cual, sin abandonar ya, se accede al Puerto del Reventón (2.039m).
Abajo, en la distancia, se alza el monasterio del Paular
Ascendiendo al puerto del Reventón el pico de los Pájaros queda visible en la lejanía.
En el puerto hace frío y arrecia el viento, acercando los nubarrones que cubren la vertiente segoviana; comienza a llover débilmente. Poco adecuado el día si me dirigiera hacia Peñalara, pero como voy en sentido contrario, al menos la lluvia me da de espaldas, y mucho será que no sea pasajera. Así que, con estas reflexiones, cierro bien la cremallera del cortaviento y tras comer un plátano comienzo a recorrer el cordal en sentido Sur – Norte, pasando por los sucesivos promontorios que superan ligeramente los 2.000m de altura.
Las piedras están mojadas y la lluvia, aunque menuda, no cesa, creando un ambiente nostálgico del que me defiendo a costa de mantener un trote sostenido,  atento a los resbalones, esperando que el sol haga acto de presencia en algún momento.
Alcanzo el último punto relevante que precede al collado de la Flecha. Hasta aquí el sendero ha estado bien marcado, pero no veo senda alguna para descender hasta el collado. Ha dejado de llover. Opto por bajar bien pegado al murete de piedras divisorio de provincias, buscando el mejor paso entre y sobre los piornos que crecen robustos por estas lomas. No hay trocha alguna, siendo menos penoso descender por la vertiente madrileña del murete.
Una mata de Gentiana lutea marca el inicio del descenso hacia el collado de la Flecha.
El collado de la Flecha (1.922m) es un hermoso y solitario enclave, al  que no llega pista alguna por ninguna de sus vertientes. Mientras la parte segoviana está cubierta de arbusto (piorno y enebro), la madrileña alcanza con sus pinos hasta el mismo puerto. Tan sólo encuentro una vaca solitaria con la que compartir la estrecha trocha que surca el abigarrado pinar.
Pinos y torviscos enmarañan la trocha
No resultaría fácil la opción de encaramarse sobre las piedras del murete para saltar al otro lado, aunque no la descarto hasta una vez identificado el cornilargo rumiante que tengo enfrente. Es vaca y no toro, de carne y no de leche, por eso, desde la prudente distancia, me lleva un rato aclarar su condición.  También a ella le lleva su tiempo retirarse entre los árboles y ceder el paso a este inesperado visitante, que la senda no da para más de un ocupante a la vez. Ya tengo mejor el ánimo.
Una vez "catalogada", y con pendientes, resulta menos inquietante
Remonto hasta el pico de la Flecha (2.077m), a partir del cual se extienden, por todo el cordal, alambrados delimitadores de fincas que afean el entorno. Desciendo hasta el Puerto de las Calderuelas (1.966m), sigo remontando hasta el Alto de Calderuelas (2.011m), ahora ya por la vertiente madrileña, y desciendo al Puerto de Malagosto (1.953m), lugar donde la humanización, en forma de confluencia de alambradas, barrera metálica, pistas descarnadas y puerta de hierro con “prohibido el paso”, hace difícil encontrar encanto natural alguno.
Trasgredo la prohibición de paso y busco el camino de vuelta cruzando el barranco de las Poyatas, salvando previamente, y con bastante dificultad y riesgo de enganchón, el alambre espinoso que tan bien protege la propiedad y los límites de la pista que conduce a Alameda del Valle.

El barranco es muy pedregoso, y lo voy descendiendo por su margen derecha, yendo pegado a la linde del bosque. Cada vez me resulta más incómodo. Aparece la surgencia del Arroyo de Entretérminos. La quebrada se va haciendo más profunda y la cuesta más pendiente.

Oigo el ladrido de un perro. Me paro y escucho. Vuelve a ladrar. No está muy lejos, pero no lo veo. La vegetación me lo impide. Aunque no suena amenazador, cojo una rama seca de pino que encuentro a cerca (“una persona con una estaca siempre se defenderá mejor que a mano desnuda”, pienso), y sigo bajando.

Al poco localizo al perro sentado entre los helechos del otro lado del barranco. No me quita la vista de encima. Me alegro de estar cada uno en un lado diferente. Sigo bordeando la barranquera por la exigua trocha que queda libre entre su borde y la linde del bosque hasta que veo a la persona a la que acompaña el perro. Está cogiendo berros en el arroyo. Llamo su atención y le pido que me indique cómo llegar a enlazar con la pista que se ve en la lejanía. Nos comunicamos a voces, pero claramente me dice: “Sesga, sesga. No bajes. Tienes que sesgar y llegarás al comienzo de la pista”.
Sesgando, sesgando, por la espesura voy tranqueando
La indicación está clara, la palabra me resulta arcaica, pero estamos en Castilla. Así que voy sesgando como puedo; en cuclillas cuando no tengo más remedio, ayudándome de la estaca y procurando no herirme con alguna de las ramas que voy sorteando. De esta forma, tras “sesgar” durante unos 20 minutos, alcanzo el inicio de la ansiada pista,  a los 1.800m de altitud, y empiezo la carrera de vuelta a Rascafría.
La pista discurre por en medio del pinar y va paralela al cordal que he seguido por la mañana. Voy tomando los desvíos de la misma en sentido descendente, hasta llegar a una caseta de vigilancia forestal, a los 1.650m de altitud. Cambio unas palabras con el amable guarda, Miguel. Nos despedimos y sigo hacia abajo.

En la segunda revuelta tomo un atajo que cruza repetidamente las lazadas del camino, adentrándome en un hermoso robledal que pone el broche al largo circuito de hoy.

Roble de la Mata del Pañuelo
Llego a Rascafría a la altura del campo de fútbol, cruzo el pueblo y son las 3pm cuando estoy de vuelta en el coche, tras haber recorrido unos 20km, habiendo salvado un desnivel de unos 1.100m de D+.

lunes, 22 de julio de 2013

A la Maliciosa por las clavijas de la Senda de las Cabras. Inusual recorrido.

La Maliciosa desde la Cuerda de los Porrones
Madrugamos para mitigar los calores del mediodía. Listos y animosos, pero mal dormidos, trepamos por la “vía ferrata” de Guadarrama. Por delante un desnivel de unos 1.300m, para entrenar las piernas y desarrollar el fuelle. Tras la trepada por las clavijas, nos oreamos mientras remontamos la cuerda del Hilo o de los Porrones. Por fin, cuando ya el sol ha cobrado fuerza y comienza a apretar, nosotros emprendemos la última subida hasta la cima por los 300m de amplia y empinada ladera ¡A sudar tocan! Ni a propósito lo cuadramos mejor.
Tras la martingala de dejar alguno de los coches en la Ciudad de los Muchachos de Mataelpino (para la bajada) y otro en el Boalo, punto de partida, son las 8 de la mañana cuando Luís, Manuel, Paolo y yo comenzamos el trote, camino de la ermita de San Isidro, lugar desde donde sale el sendero hacia las clavijas del Paso de las Cabras, en la Peña del Mediodía. Olorosas y pringosas jaras nos untan y perfuman al pasar.
La Maliciosa desde la ermita de San Isidro, en el Boalo
La inclinación es fuerte y la mente se va despejando rápido. Buena forma de sacudirse las telarañas del sueño.
Algún que otro titubeo y probatina hasta encontrar el punto donde salirnos de la senda principal, que de seguirla nos llevaría al collado del Valdehalcones.
¿Será por aquí?
Pues parece que no, así que a retroceder
El camino se abandona al llegar al pie de un resalte rocoso, junto a una gran encina, lugar en el que nos desviamos hacia la derecha, continuando al pie de la roca (hay algún mojón), para colocarnos, a los pocos metros, en la base de un pendiente canalón que surca la pared de arriba a abajo, con dos características principales: a) unas figuras de hojalata representando a una cabra perseguida por un lobo
y b) unas grapas y clavijas de hierro que equipan los aproximadamente 12 metros que tiene de longitud el paso. Se trata de “la Senda de las Cabras”, única “vía ferrata” de Guadarrama.

La salida del canalón nos coloca en el inicio de la Cuerda de los Porrones. Tras echar una prolongada mirada hacia el perfil de la tan próxima Pedriza, seguimos una estrecha senda ligeramente descendente hasta cruzar una antigua alambrada para, una vez traspasada, reemprender el ascenso por un sendero paralelo a ella, siguiendo marcas rojas, antiguas y desvaídas.
La senda,  a partir de ahora, discurre mayormente por el lomo de la Cuerda, y va sorteando por los flancos los distintos Porrones. Es cómoda y permite una marcha rápida, trotando a ratos.

La Pedriza vista desde la Cuerda de los Porrones
Tenemos suerte con el tiempo, porque se van formando nubes que, aparte de algún que otro trueno (“nos va a pillar el agua” va diciendo Luís), nos proporciona a ratos una sombra tenue que reduce el impacto del fuerte sol sobre las cabezas. Atentas y camufladas cabras nos observan desde las rocas.
Pasamos junto a un chozo, justo en el último Porrón, y descendemos hasta la vaguada entre éste y la Maliciosa Chica.
De frente, la Maliciosa Grande sí que está ya cercana. Pero decir “próxima” no quiere decir “accesible sin más” ¡No! Quedan dos tramos aún. 

El primero nos lleva, tras superar unos 200m de desnivel, hasta el Collado de las Vacas (1.896m), justo al pie de la ladera Este de la Maliciosa que, con una apariencia engañosamente suave, invita a superar al paso ligero sus 300m de desnivel entre el collado y la cumbre. Atención a regular cada cual su ritmo, que la ladera se puede acabar atragantando.
Pala cimera de la Maliciosa y su senda por la ladera Este
La cima de la Maliciosa (2.227m) está como siempre: ¡Abarrotada! No en vano tiene un cómodo acceso desde el puerto de Navacerrada.
Cima de la Maliciosa. Punto de encuentro
Tras tomar un ligero y rápido refrigerio, emprendemos el trote de vuelta hacia el collado de las Vacas. Cómo cunden las zancadas al bajar por la empinada ladera. (“Para las cuestas arriba te quiero, burro; que las cuestas abajo solico me las subo”).
Inicio de la bajada por el barranco de la Gargantilla, en el collado de las Vacas
Una vez de vuelta en el Collado descenderemos ahora hacia Mataelpino por el directo y solitario barranco de la Gargantilla.
Barranco de la Gargantilla
La trocha está muy bien marcada, si bien la fuerte pendiente, las piedras menudas que la cubren y su estrechez al discurrir por medio de robustas matas, de gayuba al principio y de jaras algo después, obligan a ir con todas las precauciones para evitar torceduras. No obstante vamos manteniendo un trote rápido que nos deposita en el nacimiento del arroyo de la Gargantilla, a 1.500m de altitud. En la superficie de la poza que se forma constatamos que alguna gota de lluvia está cayendo. Luís, finalmente, tenía razón. Suerte que enseguida deja de llover.
Descansamos brevemente, recomponemos la compostura, bebemos y emprendemos, ahora sin titubeos, una carrera sostenida recorriendo íntegramente el barranco de la Gargantilla hasta llegar junto a la Ciudad de los Muchachos, en Mataelpino, lugar en el que hemos dejado alguno de los coches esta mañana. Son las 13:30h cuando damos por finalizada la ruta de hoy, junto a una sabina majestuosa, formateada y añeja, tras la cual, en la lejanía, queda el barranco, con la silueta de la Maliciosa cerrando la composición.
Re-corrido de unos 15km, salvando un desnivel de unos 1.300m de D+, por un entorno técnicamente sencillo, pero muy agreste y poco frecuentado, ajeno, por lo tanto, a otras rutas más conocidas y menos intimistas que la realizada.

lunes, 15 de julio de 2013

El Moncayo, por los collados Bellido y de Castilla. Un circuito donde el itinerario es lo primordial.

El Parque Natural del Moncayo contiene algo más que las redondeadas lomas que unen las cimas de sus tres picos principales dispuestos de Sur a Norte: el más al Sur, de la Lobera (2.226m), el central, Alto del Collado de las Piedras (2.274m), y el más renombrado, Pico de San Miguel o Moncayo (2.314m), siendo éste último el que atrae a la mayor parte de los visitantes.

La zona de la Sierra del Moncayo, que en invierno presenta unas severas condiciones de nieve y hielo dignas del mayor esfuerzo y que en los días ventosos, los más,  sus cumbres muestran una hostilidad sin parangón, en los días calmos el bosque que cubre su ladera Este, la más abrupta, ofrece su variada vegetación que, por franjas, la cubre en función de la altitud: robles, pinos, hayas y vuelta a  los pinos de altura.

El circuito que me planteo para el día de hoy recorre la base de la sierra, la aborda por el collado Bellido (1.810m), corona todas las cimas de Sur a Norte, desciende al collado de Castilla o Pasalobos y cierra el círculo en el Santuario de la Virgen del Moncayo.

El monasterio de Veruela, de momento solitario y emboscado en la base del Moncayo, se prepara para un día de calor y de visitantes.


Paso por el gran aparcamiento de Agramonte y dejo finalmente el coche en el de más arriba, el de la Fuente de los Frailes (1.350m). Aquí se acaba la carretera asfaltada y una pista de tierra toma el relevo hasta el Santuario.

El ambiente es fresco y luminoso. Gotas de agua sobre la superficie de las verdes y brillantes hojas son fiel reflejo de la humedad ambiente, fruto de las continuas tormentas vespertinas de los días anteriores.

Fuente abundante y torrente canalizado aportan al lugar el rumor del agua, contribuyendo a la belleza y serenidad del mismo, tan solitario a esta hora de la mañana.

Emprendo la marcha por la pista y, a unos 300m, la abandono para tomar el sendero que, hacia la izquierda, se adentra en el pinar en dirección al Santuario de la Virgen (1.568m), al que llego al cabo de unos quince minutos.

Aquí comienza el circuito propiamente dicho. Al pie del cartel indicador que señala el inicio de la ruta normal a la cumbre del Moncayo, tomo la alternativa en dirección al Collado Bellido. El sendero se sigue bien, entre bosque y zonas de canchal, discurriendo por la base de los circos de Gaudioso y de la Morca. La vegetación es abundante y luminosa.

Digitalis purpurea
El Santuario de la Virgen del Moncayo, desde la senda hacia el collado Bellido
La senda va ganando altura suavemente; y a lo largo de sus 4,5 km constituye un regalo para los sentidos.

Circo de la Morca desde la senda al collado Bellido
Llegando al collado Bellido
Al final el bosque se abre y se accede al collado Bellido. Zona de pasto de altura, ya con escasos pinos. A lo lejos se recortan las Peñas de Herrera, sobre Talamantes.

Collado Bellido. Al fondo, la silueta de las peñas de Herrera
Me giro hacia el Oeste, para enfilar la loma que sube directa hasta el pico Lobera, y veo que bajan dos personas. Una de ellas es Pablo, compañero de alguna salida invernal en esquí de travesía. Nos alegramos del inesperado encuentro, nos ponemos al tanto de nuestros planes, ellos están haciendo un recorrido en sentido inverso al mío, y nos despedimos.

La subida hasta la cima es suave y tendida. Voy dejando a la izquierda los últimos pinos que todavía aguantan a estas alturas.Hacia la mitad de la ascensión paso por un rústico refugio que, en tiempo de tormenta o ventolera, puede venir al pelo.

Alcanzo la cumbre del pico Lobera (2.226m). Por delante tengo los aproximadamente 3 km de recorrido en amplio sube y baja hasta la cima del Moncayo. Prosigo sin más demora descendiendo a la carrera al collado de la Morca (2.139m) para seguir subiendo, ahora algo más lento, hasta alcanzar el Alto del Collado de las Piedras (2.274m), punta donde confluyen los circos de la Morca y de Gaudioso. Desde su cima ya veo la sucesión de lomas que culminan en el pico de San Miguel (o Moncayo). Distingo gente en su cima, lo mismo que el más próximo cerro de San Juan, lugar al que se accede siguiendo el camino habitual desde la ermita de la Virgen. A partir de él, es una verdadera romería hasta la cumbre final.

Al fondo, el Moncayo
Llego al cerro de San Miguel (2.314m); el gentío es tal que apenas me detengo en él. Tan sólo lo suficiente como para intentar mandar un mensaje a un amigo cuyo cumpleaños es hoy. No consigo que salga el SMS, así que soy yo quien sale al trote hacia el collado de Castilla o de Pasalobos, al Norte de la cima, lugar al que se llega tras descender los 400 m de pedrera algo suelta y empinada, con mojones pero sin traza de sendero consistente. Hacia la mitad de la bajada vuelvo a encontrarme con Pablo y su compañero que van en subida.

Cima del Moncayo, desde el collado de Castilla o de Pasalobos
Una vez en el collado (1.920m) tomo una clara trocha descendente, con el pinar a la derecha, hasta llegar a un gran mojón indicador, a la altitud de los 1.800m, momento en el que abandono el camino de bajada, y en su lugar tomo una trocha hacia la derecha que se interna en el bosque, para ir contorneando la cara Norte del Moncayo y, por canchal al principio y bosque en su segunda mitad, alcanzar la pista de tierra que, en 500m más me permite completar el circuito en el santuario de la Virgen.

Al fondo, el Collado de Castilla
Agua y frescura son las constantes por la senda del bosque
Sin detenerme, continúo por la senda del bosque hasta llegar a la fuente de los Frailes, lugar extrañamente solitario a pesar de ser las 2pm, y de las multitudes que hay por las partes de arriba.


Hermoso rincón éste de la fuente del Fraile
En suma, un circuito de unos 20km de recorrido, salvando unos 1.100m de D+, transitando por unas zonas boscosas solitarias y frescas que pasa de largo quien opta por el itinerario directo desde el Santuario hasta la cima del Moncayo.