jueves, 26 de junio de 2014

El Pozo de la Nieve del Valle de Iruelas.

El Pozo de la Nieve en el Portacho del Pozo; Valle de Iruelas
En el límite más oriental de la Sierra de Gredos se encuentra la reserva natural del Valle de Iruelas, drenada por una serie de arroyos de montaña, el principal es el de Iruelas, afluente del río Alberche, que acumula sus aguas en el embalse de Burguillo. Sus laderas aparecen cubiertas por un variado bosque donde destacan los pinos y robles, algunos de ellos son centenarios.

Un lugar privilegiado para contemplar todo el conjunto del Valle de Iruelas es el mirador natural del Puerto de Casillas, al que se accede por el Sur desde la población de Casillas, o por el Norte, desde el embalse de Burguillo. En nuestro caso partimos del embalse y dejamos el coche a la altitud de unos 950m, para continuar a pie por la pista que discurre flanqueada por bosque, mayoritariamente de pinos, claramente enfocada hacia el visible Puerto de Casillas.

A medida que ascendemos vamos dejando atrás varias pistas que salen de la principal y que se adentran hacia los laterales del valle, cerradas al paso de vehículos con sendas portadas de madera de media altura. Después, a la bajada, exploraremos alguna de ellas.

La pendiente es fuerte y eso permite que en poco tiempo alcancemos el Puerto de Casillas (1.467m), con vista diáfana hasta el embalse de Burguillo.

Embalse de Burguillo, desde el Puerto de Casillas
Desde el mismo collado sale un sendero que, bordeando sin perder altura los picos de la Piña y de Casillas, llega hasta el Portacho del Pozo, paso natural que comunica el Valle de Iruelas con su vecina, la Garganta de la Yedra, lugar donde se encuentra el Castañar de El Tiemblo.

Al fondo, al pie del Cerro de la Encinilla, el Portacho del Pozo
Son unos 3km de recorrido en el entorno de los 1.500m de altitud, de fácil y agradable caminar por un entorno fresco y con abundante agua.

El Valle de Iruelas desde la senda hacia el Portacho
Al fondo, ya a la vista, el Portacho del Pozo
Finalmente se alcanza el Portacho del Pozo (1.457m), lugar donde se encuentra el Pozo de Nieve, recinto que se usaba antiguamente para la “conservación” del hielo, a base de llenarlo de nieve de las montañas vecinas, de ahí su enclave al pie de las mismas, para ir usándola después en tiempo de verano.

Edificio que alberga el Pozo de la Nieve, en el Portacho del Pozo
El lugar resulta placentero y evoca tiempos pretéritos donde los esfuerzos eran grandes y las tareas fatigosas.

Pozo de la Nieve
Tras tomar unas barritas energéticas emprendemos el descenso hacia el Valle de Iruelas por la misma vertical del Portacho, para enlazar con una pista que se divisa unos doscientos cincuenta metros más abajo.

La pista "espera" más abajo
Bajada “ladera a través” entre campos de helechos y manchas de  robles que nos adentra en terreno montaraz y virgen, permitiéndonos descender rápidamente mientras nuestros sentidos se llenan de naturaleza y las zapatillas de “restos de frondosidad”.




Al final alcanzamos la pista, una de las “laterales” que salían de la principal hacia el Puerto de Casillas, y cuyo recorrido permite transitar por una zona de bosque sereno y atractivo que brinda una oportunidad segura de silencio y recogimiento. Es uno de esos lugares en los que el tiempo parece que se detiene y donde el ruido desaparece.

Resulta difícil resistirse a la apacible influencia del ambiente

Atrás queda el Portacho del Pozo y la mancha amarilla por la que hemos descendido a trocha
La recorremos durante unos 2km hasta llegar a la cancela de madera que la separa de la pista principal hacia el Puerto y que habíamos pasado de largo por la mañana.


No disturbar al "guardián" de la cancela
Tan sólo nos queda seguir hasta llegar al coche, tras haber realizado un recorrido de unos 12km y haber salvado un desnivel total de unos 600m de D+, por un entorno que permite disfrutar del silencio y de los colores.

viernes, 20 de junio de 2014

El Castañar de El Tiemblo ¡Aunque no sea otoño!

Castanea sativa
En el extremo más oriental de la Sierra de Gredos, junto al valle de Iruelas, al Sur de la localidad de El Tiemblo, se encuentra un magnífico bosque de castaños.  En él, los espigados ejemplares  se alzan solemnes hacia el cielo compartiendo espacio y silencio con algunos centenarios de tronco roto, abierto y aparentemente seco, que siguen siendo capaces de producir brotes cada primavera.

La luz del sol se cuela entre las serradas hojas de los altos árboles cuando abandonamos el área recreativa del Regajo, lugar en el que hemos dejado el coche. De hecho, es el único vehículo que hay en al aparcamiento.

Pasear por un bosque es agradable en cualquier época del año, y hemos decidido visitar este rincón antes de que llegue el otoño, para ver cómo luce durante la floración.

A medida que nos adentramos en él comienzan a aparecer los restos de troncos secos y retorcidos a cuyo alrededor, y de la misma raíz, salen, como en corona, tallos más jóvenes, descendientes de aquel que ya dejó de crecer. Caminamos en silencio, acompañados por el piar de los pájaros y atrapados por el cautivador entorno. 



El sendero, amplio y bien marcado, nos conduce hasta  a una explanada donde el bosque se abre, dando vista al refugio de Majalavilla, rodeado de castaños en flor.

Entramos en él y vemos  los “graffitis” que adornan su interior.


Dejando Majalavilla a la derecha descendemos por el camino hasta pasar junto a un solitario y enorme pino resinero, cuyo tronco se alza enhiesto por entre las hojas de los castaños que le rodean ¿Qué altura tendrá? ¿Unos cuarenta metros?

Un poco más abajo llegamos al Abuelo, el señor del bosque. El Abuelo es un castaño monumental de más de 500 años, con unos diecinueve metros de altura por unos dieciséis de perímetro. A pesar de estar totalmente hueco, este año también ha rebrotado.

El Abuelo
Tras contemplar largamente al longevo coloso, a cuyo lado uno toma conciencia de lo efímero de la propia existencia, reanudamos la marcha adentrándonos en una de las zonas más solitarias y frondosas del bosque. Aquí los centenarios castaños se mezclan con los robles formando un atractivo contraste. Siguiendo el arroyo de la Yedra, llegamos a la plácida pradera de Garrido, donde el bosque se abre.

Pradera de Garrido
Robles y Castaños en flor comparten la pradera
Arriba, el Pico de Casillas, y a su derecha el Portacho del Pozo, marcan la divisoria con el vecino valle de Iruelas.

Pico de Casillas con el Portacho del Pozo, a su derecha
En la llanura hay una bifurcación de la que tomamos el ramal de la izquierda, por el que llegamos al Castañar del Resecadal. En este rincón abundan gigantes centenarios, con una edad media de 150 años, de robustos troncos y copas amplias y redondeadas.

Ejemplares centenarios del Castañar del Resecadal
En esta parte del bosque, sobre una alfombra de helechos, conviven con el castaño, saúcos, fresnos, cerezos silvestres, olmos, acebos, avellanos y majuelos.


¡Por cierto que, las cerezas, por San Juan, resultan bien frescas y apetitosas!


A partir de aquí el camino desciende con bastante pendiente hasta salir a una bifurcación donde,  continuando por la derecha, enseguida se alcanza el puente por el que habíamos entrado a la Senda del Castañar.

Estamos de vuelta en el área de El Regajo, donde unas vacas de diversas edades e igual condición reposan apaciblemente y a la sombra.


Mientras sus antiguos congéneres, los Toros de Guisando, transformados en piedra, aguantan estoicamente el caluroso sol del verano sobre sus lomos, unos cuantos kilómetros más abajo.

Toros de Guisando

martes, 10 de junio de 2014

Sendas retiradas por el Hueco de San Blas. El Hoyo Cerrado, Collado de Matasanos y las Torres.


Peña Linderas (dcha) y Pedriza Posterior desde Asómate de Hoyos
¡Qué gratificantes sensaciones encuentra quien busca transitar por escondidas sendas!

El Hueco de San Blas es un valle situado a los pies de La Pedriza, Cuerda Larga y La Najarra donde las verdes praderas y los extensos pinares ponen una nota de vida al pie de los riscos graníticos que los circundan. Los blancos parches de nieve y el fulgurante amarillo de las flores completan la colorida paleta de un enclave natural delicado y atrayente.

El embalse de Santillana, desde el Canto del Berrueco
Luís y yo iniciamos la marcha en el Canto del Berrueco (900m); siguiendo el curso del Arroyo del Mediano al poco rato alcanzamos una zona de aparcamiento, lugar de confluencia con la pista que viene de Soto del Real; unos cuantos metros más adelante salvamos la barrera metálica que la cierra al tráfico. A partir de aquí nos adentramos en el pinar y en el entorno agreste que ofrece el Hueco, surcado por una pista que lo recorre en su totalidad, a media altura (alrededor de 1.300m), hasta enlazar con Miraflores de la Sierra.

Varios son los senderos o trochas que, saliendo de dicha pista, se internan bosque arriba con sus solitarios trazados hacia las alturas de la Pedriza o de la Cuerda Larga. Vamos atentos hasta seleccionar el que nos ha de conducir al Hoyo Cerrado.

Ascendemos a ritmo vivo por una senda entre los pinos, siguiendo sus cómodas lazadas que poco a poco nos van acercando al primero de los objetivos de hoy. El pinar se acaba y da paso a una ladera blanqueada por las flores del brezo por entre cuyas matas se descuelga el agua del torrente.

Seguidamente, tras superar un tramo rocoso y bordear un recodo, ya damos vista al Hoyo Cerrado (1.772m). Idílica imagen de un lugar recoleto y escondido, tapizado de piorno en flor, donde el aire orea y expande su perfume que nos envuelve por completo.

El Hoyo Cerrado
Es éste un sitio que no sólo resulta difícil de encontrar, sino también de abandonar. Es tal la placidez que emana y la tranquilidad que se percibe, que el tiempo parece detenerse aquí. 

Cuatrocientos metros por debajo, la solitaria pista que recorre el Hueco.

Trescientos metros por arriba, el cordal que lo circunda en altura, a cuya parte superior ascenderemos hoy por la amarilla ladera que se aprecia en la izquierda y que desemboca al pie de la estribación SE del pico de Asómate de Hoyos, al N de la Peña Linderas.

A pesar de que no hay ni sendero ni marca vamos subiendo con más comodidad de la que se pueda intuir desde abajo, con los piornos a la altura de las rodillas, mientras la praderita del Hoyo cada vez se va quedando más alejada.

Y la cuerda cada vez más al alcance.

Esta subida es una de las más cómodas para “salir” del Hoyo Cerrado, algo al Norte de la Peña Linderas. Los campos de piornos continúan siendo la tónica general. Su aroma, que nos acompaña desde hace ya un buen rato, predomina en el ambiente.

Peña Linderas
Rápidas zancadas por un entorno solitario nos acercan hacia el Alto de Matasanos. De pronto, tras una roca, una mirada curiosa se cruza con la nuestra. Dejamos atrás el piornal y nos adentramos en el roquedo de las cabras.

Nos encaramamos sin problemas al punto más elevado de la ruta, el Alto de Matasanos (2.107m), desde cuya cima contemplamos las cuatro Torres de la Pedriza y el  Dedo de Dios (entre la 4ª y la 3ª), mientras tomamos unas barritas energéticas.

Las Torres de la Pedriza. La de la izqd es la 4ª,  luego la 3ª Torre, con su ancha figura partida en dos, y la de más a la dcha es la 1ª
El Dedo de Dios, entre la 4ª (izqd) y la 3ª Torre (dcha)
Su pétreo índice apuntando hacia la Tercera Torre parece señalarnos el próximo objetivo. Así pues decidimos hacer un “añadido” al itinerario previsto y, pasando momentáneamente de largo el collado de Matasanos, nos encaminamos hacia la brecha Sur de la Tercera Torre. Subiremos desde ella, haremos equilibrios sobre su afilada cresta y descenderemos por la brecha Norte.

La Tercera Torre (2.033m) es la más alta de las cuatro y el techo de La Pedriza, puesto que el Alto del Matasanos y la Peña Linderas, más altas que ésta, se ubican fuera de la misma.

La vía normal a la Tercera Torre, desde su brecha Sur, discurre por una canal con una trepada sencilla (III) y con suficientes agarres, en un granito áspero que proporciona gran seguridad.

Cabalgar sobre su cresta con el aire azotando puede generar más de un problema, pero aparte del patio a cada lado, la roca es estable y sus aproximadamente cien metros de longitud resultan cortos.  El descenso a la brecha Norte no tiene dificultad especial.





Tras esta “distracción”, retornamos al Collado de Matasanos para iniciar el descenso hacia el Hueco de San Blas.

Se trata de uno de los recorridos menos claros y marcados de todos los que surcan esta vertiente: En su inicio, y hasta la cota de los 1.950m, se sigue la vertical con el Collado, por pedrera bien asentada, para derivar a dicha altitud claramente hacia la izquierda (en sentido bajada), evitando de esta manera los cortados de granito que se encuentran algo más abajo.

Se encuentran mojones de vez en cuando, no muchos, y la traza no es siempre fácil de adivinar; en caso de duda, seguir hacia la izquierda sin perder demasiada altura.

De esta forma se pasa por sucesivos claros, apacibles enclaves entre rocas y pinos, a medida que dejamos cada vez más atrás las moles de la Pedriza Posterior.



Atrás van quedando las moles de la Pedriza Posterior
Los mojones van siendo más abundantes conforme nos acercamos al bosque de pinos, 

Bosque por donde el sendero emprende franca bajada
En el que nos introducimos para iniciar entonces un franco pero difuso descenso, que finalmente se hace trocha clara y posteriormente senda, hasta entroncar con la pista que recorre el Hueco, momento a partir del cual las zancadas se transforman en carrera. En total, algo más de una hora de “intuición” por una zona montaraz y poco transitada, que responde plenamente a los requisitos de naturaleza “tal cual” siendo esto uno de los principales encantos del Hueco de San Blas.

Llegamos de vuelta al coche tras haber realizado un desnivel total de unos 1.250m de D+, por una ruta solitaria e infrecuente (tan sólo con tres personas nos cruzamos en todo el recorrido). 

Colorido rincón del Arroyo del Mediano