domingo, 21 de septiembre de 2014

Pico del Nevero desde el pueblo de Lozoya.

Pico del Nevero. Vertiente de Lozoya
El Pico del Nevero, con sus 2.209m de altura, es la cumbre más oriental de las que componen el largo cordal que, comenzando en Cotos con los picos de Dos Hermanas y Peñalara, circunvala el valle del río Lozoya, delimitando las provincias de Segovia y Madrid.

Se trata de un monte cuya silueta es visible desde que se entra en el valle del Lozoya, y cuyo pequeño cóncavo de la cara Sur  mantiene un nevero hasta bien entrada la primavera, de ahí su nombre.

Aunque la vía habitual hasta la cima arranca desde el puerto de Navafría, al cual se accede por carretera y cuya altitud (1.773m) convierte el ascenso en un agradable paseo que salva un desnivel de unos 450m, mi propósito de hoy es realizar la subida partiendo desde el pueblo de Lozoya, y más concretamente desde la ermita de la Fuensanta, lugar al que se llega por una corta pista que arranca en el km 2 de la carretera de acceso al puerto de Navafría, y donde se puede dejar el coche.

Por delante 1.000m de desnivel por un itinerario sin senda que atraviesa las diferentes franjas vegetales que cubren estas laderas: robles hasta los 1.500m, pinos y otras coníferas hasta los 1.800m y enjutos piornos y enebros a partir de ahí hasta que el pasto de altura y la piedra toman el relevo.

El trazado del circuito consiste en ascender junto al arroyo del Palomar y descender por el barranco que forma el arroyo del Nevero.

Son las 8:30h cuando inicio la marcha en la ermita de la Fuensanta. Cruzo el puente que hay junto a la fuente y comienzo descendiendo por la pista que se encuentra al otro lado. Voy buscando un paso en el murete de piedras que delimita los campos, porque mi intención es cruzarlos hacia el Oeste para llegar hasta un depósito que se ve a lo lejos, un par de prados “más allá”, y que sirve para suministrar el agua a la población de Lozoya.

Una vez junto al depósito tomo una pista de tierra que se enfila hacia el barranco del Palomar. Cuando gira hacia la izquierda decido abandonarla e internarme en el bosque de robles por unas trazas de sendero que ascienden siguiendo la orilla izquierda orográfica del arroyo. A partir de este punto dejo a la intuición la tarea de seleccionar la mejor trocha a seguir y a las piernas la de llevar a cabo la instrucción recibida. Y de esta forma, robledal arriba, voy subiendo manteniéndome próximo al barranco, en dirección Noroeste, procurando transitar por la zona menos abigarrada y tupida.

Robledal del barranco del Palomar
Abajo, Lozoya y el gran embalse de Pinilla
Cuando alcanzo la franja de pinos encuentro una pista longitudinal que toca con la carretera de asfalto. Continuo por la buena pista que, sin perder altura (1.650m), hace una curva de 180º y se aleja de la calzada internándose en el bosque. A lo largo de este tramo se encuentran varios árboles singulares catalogados por la  Comunidad de Madrid (abeto de Douglas, ciprés de Lawson, etc.). Al cabo de aproximadamente 2 km de camino sin variar la altitud se llega a una fuente, momento en el que opto por abandonar el trazado que seguía y enfilar de nuevo bosque arriba, entre los altos pinos, para ganar altura cuanto antes y salir, al poco rato, ya a terreno despejado, con la cima del Nevero claramente a la vista.

Dejando atrás el pinar
A la derecha, en la lejanía, el Puerto de Navafría
A partir de este punto ya encuentro mojones que marcan el itinerario que, por otra parte, no tiene pérdida alguna. Ahora la marcha es cómoda y cunde mucho.

Pico del Nevero
Al pie justo de la cara Sur del Pico del Nevero hay una pequeña planicie con un par de lagunillas, una de ellas colmatada y la otra aún con agua, conformando un rincón recogido y agradable.

Las lagunillas
Acceder a la cima del pico no comporta dificultad técnica alguna y en unos minutos estoy arriba, encontrándome a merced del fuerte viento y de unas nubes cada vez más oscuras y compactas.

La cumbre del Pico del Nevero (2.209m) es parte del cordal, de lomo suave y redondeado, que conforma este tramo de la sierra. En ella, además del paralelepipédico punto geodésico, se encuentran restos de trincheras y de apostaderos provenientes de la guerra del 36.

Cumbre del Pico del Nevero
En vista de las cada vez más amenazadoras nubes emprendo el descenso por la loma cimera a la carrera, en dirección al collado de Navafría.

Poco antes de llegar al Alto del Puerto  me detengo para mirar hacia la vertiente de Lozoya. El fuerte viento y los nubarrones, junto con la visión en línea recta: el mirador de la Peña del Cuervo, un claro y amplio cortafuego y abajo del todo, Lozoya, me impulsan a decidir que lo mejor y más rápido es olvidarme de llegar al collado de Navafría y emprender el rectilíneo descenso “monte a través” y todo derecho hacia Lozoya.

En línea recta y hacia abajo ¡La ruta está decidida!
Corriendo por entre pinos de altura, doblados a resultas de las fuertes ráfagas, y piornos alcanzo rápidamente la Peña del Cuervo, lugar “sobreprotegido” con barandillas que dejo rápidamente atrás.


Pico de Peñalara
Peña del Cuervo
El cortafuego cada vez está más próximo. Por él atravieso a la carrera toda la franja de pinar. Tan abruptamente como empezó acaba, dando paso a una empinada ladera que me lleva al comienzo del robledal, en el que me interno sin dudarlo.

¡A franquear el robledal!
Resulta ésta la parte más incómoda de toda la bajada. Los robles pequeños tienen las ramas muy duras y rígidas, por lo que hay que andarse con cuidado. Aprovecho cualquier pequeña trocha hecha por las vacas, procurando no desviarme del trazado mental que hice desde el cordal, y de esta forma consigo llegar de nuevo a la pista que, en pocas zancadas más, me devuelve al depósito de agua.

Sólo me queda volver a cruzar los campos que hay entre él y la ermita ¡Qué gran ayuda la de los bastones a la hora de saltar los muretes de piedras, rematados por una línea de alambre espinoso!


Ermita de la Fuensanta
Son las 12:30h cuando estoy de vuelta en el coche, tras haber realizado un recorrido de unos 12km salvando un desnivel total de 1.000m de D+, con el tiempo justo de volver a comer a casa, en una jornada en la que finalmente no llovió.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Alquezar: Colegiata y pasarelas del Vero.

Villa medieval enclavada en la Sierra de Guara del Somontano aragonés. Zona de barrancos y conglomerados sobre cuyos escarpes se yergue Santa María la Mayor, colegiata-castillo con orígenes de fortaleza, construida en el siglo IX por Jalafibn Rasid para frenar a los reinos cristianos del norte y a cuyos pies el río Vero discurre encajonado en su angostura fluyendo hacia el Cinca.

Hace calor en el pueblo mientras deambulamos por sus estrechas calles. Cuesta arriba y cuesta abajo, callejones y pasadizos nos llevan hasta una plaza flanqueada por dos panaderías y un pasadizo abovedado, de la que parte una larga escalinata cuyos escalones de piedra se dirigen resueltamente hacia el fondo del barranco.

Dejamos atrás a los grupos de paseantes y curiosos que callejean por el pueblo y nos lanzamos escaleras abajo, a un ritmo controlado, eso sí, porque los escalones conviene bajarlos de uno en uno y con cuidado. A la mitad de la bajada los peldaños en la roca son sustituidos por rampas y escalones de madera. Ciento cincuenta metros de descenso hasta alcanzar la base del conglomerado. Todo es verde y húmedo, muy húmedo, aquí abajo. El río aún no se ve pero su proximidad se siente. 

Las escaleras se internan en el barranco
Las higueras medran por doquier, enraizadas sólida y variadamente, extendiendo sus lustrosas hojas.


Al poco se alcanza una zona donde el cañón hace un recodo. Hemos llegado junto al río. Nos dirigimos momentáneamente cauce arriba hasta alcanzar la cueva de Picamartillos bajo la cual fluyen mansamente las aguas del Vero.

Cueva de Picamartillos
Enfrente, en la otra orilla, se observan las numerosas oquedades del farallón, algunas de ellas antiguos alojamientos cavernícolas de los tiempos de nuestros antepasados.

Para encarar la siguiente etapa del recorrido, y acceder a “las pasarelas”, hemos de retornar unos metros, hasta un pequeño puentecillo, bajo el cual las bayas de aro se alzan luminosas, 

Arum maculatum
y cruzarlo para ya entrar en la parte “colgada” del barranco, cuyos tramos metálicos, ajenos a las avenidas del agua, se extienden por encima del cauce, anclados y pegados al farallón; tan pegados que cruzarse con alguien en sentido contrario obliga a ceder el paso, so pena de darse un buen coscorrón contra la pared rocosa o de salirse exageradamente por fuera de las sirgas que constituyen los pasamanos.

Seguidamente se llega a una presa, también contorneada por pasarela metálica, tras la cual el camino brinda dos opciones para retornar a Alquezar:


O bien seguimos un empinado sendero que se lanza hacia arriba de la pared, ganando rápidamente altura, 

Sendero abrupto que sube derecho hacia Alquezar. Abajo, el Vero
o continuamos unos cuantos metros más junto al río, por el fondo del barranco, hasta enlazar con un sendero que, paulatina y suavemente, diverge del cauce y se enfila hacia la población bordeando la atalaya rocosa sobre la que se levanta la colegiata.

Sendero más suave que bordea la colegiata.
Colegiata, desde el sendero que la bordea
Una gran balsa de agua medio cubierta de verdín y flanqueada por higueras y juncos llama la atención en medio del olivar. La humedad del fondo de la angostura da paso a la sequedad de las partes exteriores. El calor aprieta sobremanera.



En suma, poco más de 2km de recorrido para rodear la mole de conglomerado que sustenta la colegiata, caminando sobre las pasarelas del río Vero, en un entorno característico de los barrancos que surcan la Sierra de Guara: piedra, sol, altos paredones y agua serpenteante. Atrás queda una ciudad que nació musulmana, pasando luego a ser cristiana a comienzos del siglo XI.


domingo, 7 de septiembre de 2014

Integral de la Pedriza. Integración natural

Cielo empedrado, suelo mojado
Esta ruta circular es una de las marchas más interesantes que ofrece la sierra de Guadarrama. Una clásica, exigente y dura, que permite transitar por los pintorescos paisajes del mayor conjunto granítico de Europa.

Ascender,  descender,  volver a remontar, gatear, serpentear, escurrirse, y por fin llegar de nuevo al punto de partida. Realizar la integral de la Pedriza consiste en la adecuada sucesión y encadenamiento de estos simples actos, y puede recorrerse en el sentido de las agujas del reloj, o en el contrario. Los puntos de partida / llegada son, o Canto Cochino, o el Tranco (algo más larga).

Lo que pretendo hoy, cuando a las 8h comienzo la marcha en el Tranco (1.000m) camino del Yelmo, es recordar y contemplar de nuevo las formas y los contornos tan propios y particulares de la zona, mientras recorro sus empinadas sendas y sorteo sus singulares bloques rocosos.  

El Elefantito
Voy impulsado por un resorte interior que me pide realizar esta ruta cada año, cuando la forma y las fuerzas están afinadas. Los meses o semanas previos de haber estado por las montañas dan sus frutos, además, este itinerario conviene hacerlo antes de que los chubascos y tormentas comiencen a mojar las rocas y lo conviertan en algo más delicado. En invierno, con el hielo y la nieve cubriendo las partes más altas, la historia es otra.

Me sorprende lo solitario del entorno. Y no es tan temprano, pero lo cierto es que no encuentro a nadie hasta alcanzar la pradera de la base del Yelmo (1.600m).

Perdiz "pedricera" en las proximidades del Yelmo
Quizá ello propicia que los animales se muestren tranquilos y confiados, confiriendo un encanto especial al ambiente.

Caballo "disimulado"
Cabra "emboscada"
Buitre "distante"
Las Cuatro Damas (dcha) y un "pétreo podenco" (izq)
Resulta chocante encontrar desierto y silencioso el collado de la Dehesilla (1.450m); apenas me detengo en él y emprendo la segunda subida del día. Comienzan los pasos gimnásticos y una nueva sesión de pendientes empinadas.

Pared de Santillana
Siluetas y contornos, pradera de Navajuelos, bosquecillo previo a la pared de Santillana: gatear y acceder hasta su base, remontar y alcanzar el collado de la Ventana (1.785m).

Observador "sigiloso"
Desde el collado de la Ventana,  el roquedo de Asómate de Hoyos
Una barrita energética y algo de agua antes de afrontar el recorrido de la parte más pétrea de la Pedriza Posterior, que me llevará hasta las Torres y el collado del Miradero. Alejado y retirado tramo: trepar, serpentear, ascender, descender, atento a las marcas.

Con tres personas me he cruzado hasta el momento, también iban solitarios, cada cual a lo nuestro.

Accedo al Comedor de Termes, árido lugar rodeado de rocas inclinadas.

Las Torres de la Pedriza rodean al Comedor de Termes
Subo los últimos metros y doy vista a la vertiente Oeste y al cordal que enlaza al Norte con el alto de Matasanos, más atrás, la Cuerda Larga. Rápido descenso hasta el collado del Miradero (1.895m). Algún fruto seco y otro trago de agua antes de abandonarlo y comenzar la marcha en dirección a las Milaneras.

Correr, descender, ladear, remontar hasta alcanzar el collado de Tres Cestos, al pie de las Milaneras. Aislado y hermoso enclave entre pinos. El Patriarca preside la zona, que atravieso sin detenerme porque veo que las nubes de tormenta se aproximan, de hecho están ya descargando agua sobre la vecina Maliciosa y algún que otro trueno retumba por la montaña.

Tres Cestos o "el Patriarca"
Rápido cálculo sobre cuánto puede tardar en llegar la tormenta, y a toda marcha hacia abajo con el claro objetivo de descender de las Milaneras antes de que empiece a llover: avanzar, descender, escurrirse y descolgarse lo más rápido posible, sin abandonar las marcas blancas y amarillas que señalan la ruta. Conviene no perderlas, so pena de embarcarse en las moles graníticas por las que discurre, cosa poco recomendable, y menos con la amenaza de lluvia inminente.

Las Milaneras bajo las nubes de tormenta
Las primeras gotas me alcanzan llegando al jardín de la Campana. No me importa, a partir de aquí el tramo ya es menos comprometido.

El collado del Cabrón por fin (1.300m). Nadie en derredor. Desde este punto todo es correr por buena senda, entroncar con la Autopista, y acompañar al Manzanares hasta su paso por el Tranco ¡Ojo con las pulidas y húmedas llambrias que hay que atravesar!

La lluvia ha cesado y el sol vuelve a lucir, transitoriamente, cuando alcanzo el coche a las 14:30h. Finalmente, unos 21km de recorrido realizado, salvando un desnivel total positivo de 1.300m de D+, que marca el retorno a los “territorios habituales”.

Bayas de enebro en las proximidades de el Tranco
Notas:

1.       La ruta puede realizarse en el sentido o en contra de las agujas del reloj. Llevándola a cabo en sentido contrario a las agujas, tal y como se describe aquí:

a.      Se evita efectuar la última subida de la jornada a pleno sol, desde el collado de la Dehesilla hasta el Yelmo, y
b.      Desde el collado del Cabrón hasta Canto Cochino o el Tranco la senda es corredera al 100%.

2.       Conviene tener presente que el circuito discurre mayoritariamente por zonas rocosas donde no se encuentra agua habitualmente, y que el número de horas necesarias para concluirlo depende de la forma física, del hábito para moverse por terreno abrupto y del número de integrantes de la partida: cuanto más personas a trepar / gatear en los pasos conflictivos, más tiempo total empleado en realizarlos. De cualquier forma, hay varios puntos desde los cuales se  puede abandonar en caso de necesidad (collados y callejones por los que se va pasando)

3.       Otra descripción pormenorizada del itinerario la encuentras AQUÍ