domingo, 31 de mayo de 2015

La vertiente segoviana de la sierra de Guadarrama. Los árboles, pulmones y fuente de vida.

Afirmar que es un territorio desconocido sería exagerado, pero que es menos transitado que la vertiente madrileña es pura realidad. De hecho, salvo en los escasos recorridos típicos, sigue siendo posible perderse, literal y eufemísticamente hablando, por los hermosos pinares que cubren la falda Norte desde abajo, en los 1.300m de altitud, hasta los 1.900m, sin apenas encontrrse con otras personas.

En lo que a mí respecta, la conexión con la naturaleza se produce en el mismo momento en el que comienzo la marcha por cualquiera de las solitarias sendas que se adentran en el pinar. Lo importante es el recorrido en sí mismo; el ascenso a las cimas que forman parte de él, en este momento, me resulta secundario.

Como las cumbres son relativamente modestas (la altura más elevada son los 2.428m de Peñalara), si se empieza desde muy abajo la mayor y mejor parte del itinerario discurre por el bosque, lo cual, además, permite ir a la sombra (de agradecer en verano) y protegido del viento (muy conveniente en invierno).

El circuito de hoy es el siguiente: Fuente de la Canaleja (1.324m) – Fuente de la Reina (1.636m) – Horcajo de los Testeros – Pinareja (2.198m) – Montón de Trigo (2.161m) – Cerro Minguete (2.024m) – Puerto de la Fuenfría (1.792m) – Fuente de la Canaleja. En resumen, un recorrido de 24km de longitud salvando un desnivel total de 1.225m de D+.

Son las 8:30h cuando inicio la marcha cruzando el Puente de la Cantina siguiendo las claras indicaciones del GR.10.1, atravesando el torniquete y accediendo a la pista asfaltada que se adentra entre los altos pinos. Frescor, cantar de pájaros y el sol colándose entre los árboles acompañan mi caminar en solitario hacia el Sur.

Sigo la pista hasta que a la altitud de 1.475m las marcas del GR señalan una senda hacia la izquierda (por ella descenderé a la vuelta); yo tomo el ramal que se desvía hacia la derecha y por el que enlazaré, en la Fuente de la Reina, con el Camino de Santiago y Calzada Romana que pasa por el Puerto de la Fuenfría.

La marcha es viva y la pendiente suave. La orientación ahora es Este – Oeste.

Alcanzo la Fuente de la Fuenfría y continúo hacia el Norte por la Calzada Romana. Durante unos centenares de metros el terreno se despeja y la Calzada atraviesa una hermosa pradera. Me cruzo con algunos ciclistas.

Voy en ligero descenso; en un punto determinado el Camino de Santiago continúa recto y un ramal de la pista se desvía hacia la izquierda; la tomo y sigo por ella hasta encontrar un claro entronque de otra secundaria que, saliendo a su izquierda, se adentra aún más en el pinar. Me encuentro al Norte de los Testeros de los Horcajos, estoy a unos 1.500m de altitud y me encamino hacia el Collado del Río Peces. 

Atravieso varios arroyos, resbalo y “lavo” sin querer ambas zapatillas al cruzar uno de ellos, ya se secarán, y en un ensanche tomo, para mi equivocación, una senda ascendente hacia el Suroeste que abandona el camino principal que venía siguiendo. A partir de este momento ya no alcanzaré el Collado del Río Peces (¡Qué lástima!), y en su lugar ascenderé por los Testeros de los Horcajos hasta el Collado de Tirobarra (1.979m) ¡Pero qué poco transitado está todo!

A medida que gano altura tomo conciencia del despiste (ya visitaré el Río Peces en otra ocasión) y me centro en el entorno. Clarean los árboles y el amarillo de los piornos luce con fuerza.


Alcanzo al nacimiento del Arroyo de los Horcajos y continúo ascendiendo en dirección al Collado de Tirobarra.

Nacimiento del Arroyo de los Horcajos
Me adentro en el territorio del piorno.

En la distancia, la redondeada cima de Peñalara; en la proximidad, una vaca y yo nos contemplamos mutuamente.

Dejo atrás el collado de Tirobarra mientras recuerdos del invierno, frío, nieve, esquíes y compañero acuden a mi mente. Supero los últimos metros que faltan para llegar a la cima de la Pinareja. Pedregoso lugar, que se corresponde con “la cabeza” de la Mujer Muerta, desde el que contemplo el valle del río Moros y el vecino pico del Oso. Las nubes comienzan a cubrir el cielo.

Desde la cima de la Pinareja, el Pico del Oso. A la izq., el valle del río Moros
Sin más demora enfilo hacia el Montón de Trigo, lo alcanzo, echo la vista atrás y continúo la marcha. No sé por qué, pero con la aparición de las nubes me han entrado las prisas.

Desde la cima del Montón de Trigo, en primer término el collado de Tirobarra, detrás la Pinareja; a la izq. el Pico del Oso
Emprendo el descenso hacia el Cerro Minguete entre enebros, rocas y retorcidos pinos negros de altura.

En primer plano, los Siete Picos (cara N); tras ellos, la Maliciosa
No me detengo en el Cerro y continúo hacia el Puerto de la Fuenfría. Atrás queda el Montón de Trigo. Terreno de enebros, piornos y pinos. Me cunde la marcha.

El Montón de Trigo (cara S)
Descendiendo del Cerro Minguete al Puerto de la Fuenfría
Una vez en el Puerto sigo hasta la Fuente de la Fuenfría y, a su altura, tomo la empinada senda que, señalizada con las marcas rojas y blancas del GR.10.1, se separa del Camino Schmidt. Por este GR, tras un descenso de unos 300m de altitud por fuerte pendiente, entronco con el punto en el que por la mañana me desvié para dirigirme hacia la Fuente de la Reina.

Los últimos kilómetros por el bello y silencioso bosque se me hacen cortos. El entorno y la quietud que desprenden me tonifican sobremanera.





De la Fuente de la Canaleja, en el Puente de la Cantina, mana abundante agua. Imágenes grabadas en mi mente que, una y otra vez, me llaman y atraen. 
Fuente de la Canaleja

miércoles, 20 de mayo de 2015

Peña Cítores y Peñalara desde la Fuente de la Canaleja. Atípico circuito “al aroma del piorno”.

Vertiente Sur de Peña Cítores (centro)
El contorno del macizo de Peñalara es, en general, redondeado y sin grandes puntas sobresalientes. Sus cimas están unidas entre sí por lomas aplanadas y tan sólo los riscos de Claveles y Pájaros, al Norte del propio pico, se desmarcan de esta uniformidad, presentando una cresta de dificultad media.  Una teoría sobre la etimología del nombre 'Peñalara' dice que viene de la unión de las palabras latinas 'Penna' y 'Lara', que significan 'cabeza' y 'llanura' respectivamente. Equivaliendo "Penna Lara" a "cabezas planas".

Para hoy me planteo el siguiente circuito: Fuente de la Canaleja (1.300m) – Peña Cítores (2.138m) – Peñalara (2.428m) – Hermana Mayor (2285 m) – Hermana Menor (2271 m) – Senda del Batallón Alpino – Puerto de Cotos – Camino Viejo del Paular – Fuente de la Canaleja. Recorrido de 17.5 kilómetros salvando un desnivel total de 1.150m de D+.

Fue el pasado invierno la única vez que, en bajada, realicé junto con mi amigo Manuel una parte de este itinerario, como alternativa más segura para escapar de la ventisca y niebla que lo cubría todo por encima de los 1.900m y que nos impedía “ver y seleccionar” cualquier otro descenso desde Peña Cítores con esquíes. Y se me quedó en la cabeza que estaría bien volver a deambular por esos hermosos bosques en primavera, cuando el robledal que cubre la parte baja ya hubiera echado la hoja, la nieve se hubiese retirado de las laderas y el amarillo de los piornos en flor iluminase el trayecto.

Fuente de la Canaleja
La zona de aparcamiento de la Fuente de la Canaleja, mirada de frente, tiene dos poternas, a derecha e izquierda respectivamente. Son las 8:30h cuando cruzo el torniquete de la que está en la izquierda y comienzo la marcha recorriendo un centenar de metros de amplio sendero, hasta encontrar los mojones que marcan el inicio de una trocha que, monte arriba, se interna claramente en el bosque en sentido Noreste. Es ésta la forma más directa de subir a la Peña Cítores, primera cima del recorrido. También es la más empinada, pues la pendiente hasta alcanzar los 2.000m de altitud alterna entre fuerte (la primera parte) y muy fuerte (los últimos 200 metros de desnivel).

Está fresca la mañana, los rayos de sol apenas tocan las copas de los pinos más altos. Voy caminando a la sombra entre los piornos en flor.

Al poco rato accedo al robledal entrando en un ambiente de particular encanto.

A lo largo de este tramo los mojones guían a través de un sotobosque de helechos y zonas donde los piornos, matas predominantes, alternan con tiernos arbustos de robles.


Voy atento a los hitos porque se nota que no es éste un recorrido muy transitado, y la abundante vegetación dificulta la marcha por fuera de la traza.

Poco a poco me aproximo a zonas a punto de ser alcanzadas por la luz del sol.

Sus rayos se cuelan entre los troncos y ya tocan el suelo, creando unos juegos de luces que me mantienen mirando constantemente alrededor.

Espigados mástiles, enhiestos testigos de los altos pinos de Valsaín, en distinto estado de evolución en función de su edad, se ofrecen a la vista.

Accedo a una agradable praderita al tiempo que voy  templándome con el sol mañanero.

Echando la vista atrás contemplo en la distancia la conocida estampa del Montón de Trigo. Me desvío unos metros para visitar la Fuente de los Ceniceros y luego torno a la senda.

La trocha llega frente a un murete de piedras donde pierdo momentáneamente los mojones; caminando con dificultad entre los enebros salgo del arbolado, a mi izquierda veo el pico de Peñalara. 

Pico de Peñalara
Me oriento de nuevo, y alcanzo el Refugio del Cancho, que se encuentra en la punta misma del cordal que continúa hasta Peña Cítores. Hasta aquí la fuerte pendiente, a partir de ahora, la aplanada loma de altura azotada por ráfagas de viento.

Refugio con buenas vistas
El Refugio es una construcción bien conservada, pequeña y limpia, que sirve de apreciado abrigo en los días de invierno, cuando la helada nieve lo cubre todo y el vendaval azota inmisericorde (recuerdos de pasadas penurias ;).

Loma adelante alcanzo la cima de Peña Cítores, me coloco tras una piedra, a resguardo del viento, y desde un rincón apacible, entre enebros y flores, contemplo la cara Norte de las Cabezas de Hierro y del cerro de Valdemartín. El tiempo parece detenerse en estas situaciones.

Desde Peña Cítores, en el centro las Cabezas de Hierro (cara Norte), a la dcha. el cerro de Valdemartín
Me dirijo directamente hacia el pico de Peñalara, a la vuelta ya pasaré por las Dos Hermanas. Hasta aquí he ido solo, ahora me incorporo al camino habitual de subida desde Cotos. Me convierto en uno más de los aproximadamente 135.000 visitantes anuales que Peñalara recibe.

Hacia el pico de Peñalara
En la cima el tiempo justo para, desde un lugar algo apartado, otear hacia donde los planos montañosos se superponen en el horizonte. La imagen hace que me abstraiga del entorno, durante unos momentos no percibo a nadie alrededor, la naturaleza se muestra acogedora.

Pero he de continuar, así que me pongo en pie y comienzo el trote hacia las Dos Hermanas; en la vertiente Este, el refugio de Zabala y la Laguna Grande parecen tan próximos.

Paso por la Hermana Mayor y sigo hacia la Menor, desde cuya cumbre veo el collado entre ésta y la Peña Cítores. Curioso aprisco circular hacia el que me dirijo “arbusto a través”.

Alcanzado el collado tomo la Senda del Batallón Alpino que lo une con el Puerto de Cotos. Bello camino, inexplicablemente poco frecuentado, desde el que se tienen hermosas vistas de las montañas circundantes.

Siete Picos
Cabeza de Hierro Menor
En el bosque de nuevo, las retamas y los torviscos alegran el paisaje con sus vistosas flores. 

Retama 
Torvisco
Resulta corto el tramo hasta llegar al Puerto de Cotos. Lugar animado por la gran afluencia de personas.

Tomo unas almendras y algo de bebida isotónica para, seguidamente, adentrarme de nuevo en el pinar a través del Camino Viejo del Paular por el que retornaré al punto de partida, la Fuente de la Canaleja, cerrando el círculo al acceder a ella, esta vez por la poterna de la derecha.


Camino Viejo del Paular
Atractivo recorrido por los hermosos pinares de Valsaín deambulando por zonas próximas, de espaldas a los caminos habituales, por lugares en los que siempre resulta posible encontrar algo nuevo y diferente. 

lunes, 11 de mayo de 2015

El Soto de Cantalobos en Zaragoza. El encanto del bosque de ribera.

Cuando el río Ebro dejó de ser la cloaca de la ciudad y ésta, en lugar de darle la espalda, lo recuperó, ya no fue más una línea divisoria, sino el nexo de vida en común. Se acabó la separación en función de la ribera desde la que se arrojaban las basuras. El retorno a la naturaleza puso las cosas en su sitio.

¡Y qué naturaleza la de los sotos! Un tipo de vegetación que sobrevive fundamentalmente por la humedad del suelo, y que crece en las orillas del río constituyendo el lugar ideal para que fauna y flora medren, a muy corta distancia de los grandes núcleos urbanos que tan poco naturales resultan habitualmente.

Al pie mismo del arqueado puente de Giménez Abad, en la margen derecha del Ebro, justo al final del Paseo Echegaray y Caballero, donde el urbano asfalto termina, gira y entronca con el tercer cinturón de la ciudad de Zaragoza, un nutrido grupo de enormes “plataneros” (platanus hispanica) marcan el inicio de un recorrido pleno de vegetación. Por delante la longitud de itinerario que cada cual quiera, hasta enlazar con la Alfranca, situada a 15 kilómetros aguas abajo. El familiar “olor” de ribera impregna el ambiente, mientras me interno en el Soto de Cantalobos.

Comienzo el trote temprano, la neblina mañanera todavía no se ha disipado y los “lanudos” álamos se extienden cual tapices.



Bajo los árboles la temperatura resulta agradable, incluso fresca. La senda discurre adaptándose a la sinuosidad del cauce.

Al poco rato, al otro lado, el río Gállego desemboca en el Ebro. Lugar de unión de las aguas que vienen del Norte (de las tribus galas que allí habitaban “Gallicum” --> Gállego) con las hispánicas de la tierra baja.

El río Gállego desembocando en el Ebro
Los fresnos, tan lustrosos en esta época, alargan sobre el sendero sus ramas cargadas de frutos. Los evito con un mínimo gesto del hombro y mantengo la carrera.

Entre la exuberante vegetación de ribera se observan restos de avenidas y troncos desgajados. Lo renacido junto con lo dejado.

En las zonas con menos arbolado, las plantas más humildes salen de la espesura.


De nuevo frondosos árboles apantallando la fuerza del sol, que ahora ya está alto. Fuera de la sombra hace calor.



El sendero se estrecha o ensancha, se aproxima o se aleja del río, según las zonas. Fugaces vistas de las aguas, desde el borde mismo, entre juncos, hinojos y pequeñas ramas de chopo, captan la atención de tal manera que la parada contemplativa es obligada.


Abandono la arboleda y salgo a terreno abierto, las plantas de bajo porte han tomado el relevo de los altos ejemplares de hace un rato. El efímero cromatismo sustituye al fresco verdor. Similar encanto pero con distintos protagonistas.


Sigo un poco más adelante, hasta que el calor y la proximidad de la Cartuja Baja hacen que dé la vuelta, la llamada de lo vegetal que he dejado atrás puede sobre el atractivo de lo urbano.


Recorrido muy bonito que, si en primavera muestra su eclosión, en otoño puede resultar igualmente espectacular.