lunes, 25 de enero de 2016

Circular a la sierra de la Cabrera. Refugio del buitre leonado.

Pico de la Miel desde la vertiente del pueblo de la Cabrera
La Cabrera es una pequeña estribación rocosa de la Cuerda Larga de Guadarrama. Sus altitudes máximas son el Cancho Gordo (1.564 m) y el Pico de la Miel (1.392 m). Extendida en sentido Este – Oeste a lo largo de unos cuatro kilómetros, presenta una calurosa cara Sur contrastando notablemente con la más fresca vertiente Norte.

Los Canchos graníticos que componen el cordal son utilizados para nidificar por un gran número de buitres leonados, cuyos vuelos y evoluciones constituyen un espectáculo natural de primer orden. Éste, junto con el recorrido integral de la sierra, es el objetivo que me marco para la circular de hoy.

Son las 9:30h cuando inicio la marcha en la población de la Cabrera (1.038m), en la base del Pico de la Miel. El termómetro marca -4ºC cuando comienzo el trote orientando los pasos hacia el pie de la vertical que marca el pequeño collado que se ve justo a la izquierda del pico. Dónde llegar me resulta evidente, cómo embocar el sendero de acceso que sé que existe, no tanto.

En busca del sendero
De hecho, comienzo la subida en una zona sin trocha clara, a sabiendas de que voy monte a través, hasta que, tras unos cincuenta metros de desnivel, ganados en penosa ascensión entre piornos y rocas, consigo localizar y alcanzar a mi derecha el camino que voy buscando.

El sendero es de los de “todo tieso”, mayormente cubierto de arena granítica deslizante, con lo que ayuda a progresar el asirse a lo que sobresale, roca o arbusto tanto da, que se torna gimnástico en la parte final. Trescientos metros de desnivel ganados casi en línea recta, sin zigzags, progresando muy rápidamente.

Últimos metros para alcanzar el collado
Alcanzo el colladito y paso del luminoso Sur al sombrío Norte. El contraste de temperatura es notable.

Justo enfrente, posado sobre una de las rocas a escasos diez metros de distancia, hay un buitre.

Ambos nos sorprendemos, nos miramos, y decidimos: yo, enfocarle rápidamente con la cámara; él, extender sus alas y emprender vuelo hacia otra zona sin humano cerca. 

¡Una imagen que bien vale el esfuerzo de la subida!

Alcanzar la cima del Pico de la Miel (1.392m), caminando sobre llambrías de granito con buena adherencia, es técnicamente fácil y rápido. Lo único a tener hoy muy en cuenta es que cualquier traza de agua o humedad se ha transformado en hielo cristal. Tengo que habituar la vista al entorno y andar muy atento para evitar las corazas de hielo.

Todo vestigio de agua se ha convertido en hielo

Punto geodésico en la cumbre del Pico de la Miel
La cumbre constituye una atalaya desde donde contemplar el entorno.

El embalse del Atazar desde el Pico de la Miel
Resto del cordal hasta acabar en el Cancho Gordo
Desciendo de nuevo al collado y tomo el claro sendero que, por el Norte, recorre la línea del cordal unos metros por debajo del mismo. De vez en cuando me salgo de él para ir ascendiendo a las diferentes prominencias.

Formaciones rocosas de curiosas formas, avistamiento de buitres y mucha atención al agua solidificada son la tónica hasta alcanzar el collado de Alfrecho (1.422m).



Posadero de buitres sobre el pináculo central

¡Atención a dónde pisamos!
El collado es una amplia depresión en el cordal desde el que arranca una senda hacia la cima del Cancho Gordo, el más elevado de la Sierra de la Cabrera. El hielo sigue haciendo acto de presencia.

Collado de Alfrecho y, a continuación, el Cancho Gordo
Ascendiendo al Cancho Gordo, mirada atrás, a lo ya recorrido. En el extremo, el Pico de la Miel.
En la cima del Cancho (1.564 m), a la que se llega tras una sencilla trepada, hay un punto geodésico y los restos de una pequeña construcción que afean el lugar. A pesar del sol el frío es intenso.

Paso un rato largo observando las evoluciones de los buitres que, a estas horas, ya están en plena acción aprovechando las térmicas.



Llega el momento de continuar la marcha y emprender la bajada hacia Valdemancos.

El sendero desciende pronunciadamente, el cordal pierde altura progresivamente y lo voy bordeando hasta que se acaba. 

Atrás queda el Cancho Gordo
De las varias sendas que encuentro tomo la que se mantiene más próxima a la base de los canchos. Poco a poco cambio de vertiente para luego ascender por una pista hormigonada que termina en unas antenas, a partir de las cuales arranca el GR que comunica con la población de la Cabrera.

En lugar del GR tomo una trocha entre jaras que, en dirección Oeste – Este y a la altura de los 1.200m, se dirige hacia el Convento benedictino de San Antonio en paralelo a los canchos que componen la sierra de la Cabrera. Resulta cómodo correr por ella.

Voy pasando al pie de sucesivos riscos y zonas de nidificación de los buitres.

Ya tengo a la vista el convento. 

Por zona de sabinas y carrascas entronco con el GR, que ahora se transforma en una pista hormigonada hasta alcanzar el núcleo urbano de la Cabrera.



Última mirada a la sierra antes de entrar en la Cabrera
Tras un recorrido circular de 12.5km de longitud, habiendo superado un desnivel total en ascenso de 825m de D+, atrás queda el Pico de la Miel, así nombrado por las colmenas naturales que se formaban en sus oquedades y que permitían la recolección de la miel, los buitres en su ambiente y que en conjunto conforman una ruta muy atractiva, instructiva y próxima a Madrid.

Los almendros ya florecen en la bonanza del invierno

domingo, 17 de enero de 2016

Por las soledades boscosas de la Pedriza.

Los tardíos amaneceres en los comienzos del invierno permiten que, sin madrugar excesivamente, pueda contemplar cómo la reciente mañana “broncea” el paraje del embalse de Santillana.

Buscando la inmersión en el silencio del bosque, rodeado de surrealistas formas rocosas, atento siempre a los fugaces encuentros con los animales habituales de estos entornos, encaro un circuito zigzagueante y poco frecuentado, transitando por las cotas entre 1.450m y 1.700m.

Itinerario que finalmente conforma un recorrido de 13km de longitud, salvando un desnivel total de 850m de D+, corredero en gran parte.

Canto Cochino (1.000m) – Collado del Cabrón (1.300m) – Llanillos (1.450m) – Cruce del bosque para alcanzar la senda que accede al Collado de la Ventana (1.445m) – Senda arriba hasta tomar una bifurcación (1.600m) hacia la Pradera de Navajuelos – Mogote de los Suicidas y Bola de Navajuelos (1.700m) – Descenso al Collado de la Dehesilla (1.450m) – Tolmo – Autopista – Canto Cochino.

A las 9:30h todavía no da el sol en Canto Cochino, pero no tardará mucho en asomar por encima de La Tortuga.

La Tortuga
Inicio el trote, cruzo el Manzanares y tomo el camino que, separándose de la Autopista, se interna en el pinar bordeando por el Sur la loma que desciende del Cancho de los Muertos, cuyas paredes ya van iluminándose.

Cancho de los Muertos
También reciben la luz las partes altas de los árboles del variopinto bosque por el que discurre la senda, donde diversas formas vegetales tienen cabida. Los aromas de jaras, pinos y arizónicas se entremezclan dando una agradable combinación.

Son buenas las sensaciones, y de tanto en tanto la vegetación  se abre y permite contemplar el paisaje.

El collado de la Dehesilla, a la izq. El Pájaro
Me sorprende el hecho de que, por primera vez, sea capaz de localizar el Puente de los Poyos desde la lejanía ¡Con la de veces que lo he visitado! Bien cierto es que la Pedriza tiene la particularidad de ofrecer nuevas vistas y detalles que antes pasaron desapercibidos.

En el límite superior del pinar: El Puente de los Poyos. En línea recta, por encima, en la cresta, Tres Cestos.
Tres Cestos, o El Patriarca
Dejo de lado el desvío hacia el Puente de los Poyos y alcanzo el cruce de los Cuatro Caminos. Siempre me despisto un poco en estos bosques, pero esta vez sigo por la senda correcta y continúo atravesando los Llanillos en dirección hacia el arroyo de la Ventana.

Corro por un entorno silencioso, atento a las ramas caídas, entre pinos que se alzan buscando la luz de más arriba.


Oigo el murmullo de un pequeño arroyo que salto sin dificultad. Voy inmerso en una gran quietud.

Al poco alcanzo un barranco seco y abrupto que cruzo. Estoy llegando al entronque con la senda que se dirige al Collado de la Ventana. Se acaba la travesía del bosque de los Llanillos.

Tomo la buena senda a la altitud de 1.445m y la sigo en sentido ascendente. Es empinada, así que ahora voy andando.

A la altura de los 1.600m los árboles permiten ver las partes altas de los roquedos de la Pedriza Posterior y localizar a varios de sus moradores habituales.


Llego a un punto donde dejo la senda principal y tomo un ramal más estrecho que sale hacia la derecha en sentido subida. Comienzo ahora un flanqueo que conduce a la pradera de Navajuelos. Tramo éste solitario y a desmano de los itinerarios frecuentes, pero que permite la contemplación de rincones y formaciones rocosas verdaderamente notables.

Alcanzo la Pradera de Navajuelos. La trocha por la que marcho, con lecho de arena granítica, me permite ver la huella característica de uno de los “habituales”, la cabra montés.

En ello estoy cuando, sintiéndome observado a la vez, alzo la vista y me encuentro con la mirada de la cabra. Durante unos instantes nos contemplamos mutuamente. Nada nos alarma. Formamos parte de la paz del entorno.

Con movimientos pausados ella vuelve a lo suyo, y yo continúo el trote en medio de una vegetación agreste y bella.


Mogote de los Suicidas
La concentración de formas rocosas “dalinianas” llama poderosamente la atención.


El pronunciado descenso hasta el Collado de la Dehesilla discurre por unos parajes surrealistas, donde la roca y lo aparentemente imposible resultan naturales.



Tomo una barrita energética en el Collado de la Dehesilla antes de emprender la carrera hacia Canto Cochino.

Voy muy atento a no tropezar con las raíces de los árboles que, bien afianzadas y extendidas, suponen una amenaza cierta de tropezón.

Abajo, el Tolmo parece cada vez más próximo. A pesar de ser ésta una zona muy frecuentada, hoy está inusualmente tranquila, son pocas las personas con las que me cruzo.

Las nubes que se van concentrando y la amenaza de lluvia inminente contribuyen a acelerar mi carrera por la Autopista para llegar cuanto antes a Canto Cochino.


He tenido suerte, las primeras gotas comienzan a caer cuando estoy poniendo el coche en marcha para retornar a casa. Voy con la sonrisa puesta y habiendo almacenado en la memoria unas cuantas imágenes, coincidencias y olores que sólo se encuentran cuando te integras en la Naturaleza como uno más.

sábado, 9 de enero de 2016

Ruta circular por las Fajas de Mascún.

“La contemplación de la grandiosidad de la naturaleza confiere nobleza a los pensamientos, haciendo que se olviden las preocupaciones cotidianas.” (Mary Shelley)
El Cañón de Mascún es considerado por muchos uno de los entornos más bellos de la Sierra de Guara. Tras posponerla en varias ocasiones, Eduardo y yo materializamos por fin la idea de realizar una ruta circular por las alturas, observando y admirando los entresijos que el agua cincela en la roca caliza con el paso del tiempo.

La hacemos en sentido contrario a las agujas del reloj, esto es, remontando el Mascún por su lado izquierdo orográfico, hacia Letosa, descendiendo al fondo del Mascún superior en el Saltador de las Lañas y retornando por su derecha, por el barranco de Raisén, cruzándolo, y continuando por el Mascún por un sistema de cornisas y fajas hasta alcanzar el pueblo abandonado de Otín, desde donde ya descendemos al fondo del barranco para remontar finalmente a Rodellar. En total 22km de recorrido con un desnivel en ascenso de 1.200m de D+.

La travesía de estas sendas invisibles hasta que uno se adentra por ellas, colgadas sobre los abismos, es de las que dejan huella.

Son pasadas las 9:30h cuando, en Rodellar, iniciamos la marcha en dirección a Cheto y la Virgen del Castillo. El día es claro y luminoso. Caminamos por un amplio sendero enlosado, entre muretes de piedra. Boj y carrascas componen la vegetación preponderante de esta zona.

Marchando a la sombra, hacia el Norte, los barrancos y las formaciones rocosas se van sucediendo, mostrando un anticipo de lo que hallaremos después.

Andamos rápido en las subidas y trotamos en lo plano; de momento más bien andamos, porque es ahora cuando toca ascender el 70% del desnivel que compondrá el recorrido de hoy. Rodellar y la plana van quedando atrás.

Rodellar queda allí abajo
En un momento determinado alcanzamos un mirador y, de sopetón, damos vista al Mascún. La combinación de castilletes, terrazas, paredones, pináculos y profundidades, es una visión que nos hace detener el paso. La mitad del barranco a la sombra, la otra mitad recibiendo la luz de la mañana, en medio, lo hondo.

Barranco y entorno de Mascún
Resulta inverosímil que haya un camino que surque los farallones, pero lo hay, y bastante fácil de transitar en todo momento, sólo que realmente vertiginoso.

El trazado de la senda hace que temporalmente demos la espalda al espectáculo pétreo que nos ha retenido durante unos instantes. Hemos de continuar.

Llegamos a una pedrera en la que un cartel indica el camino hacia Letosa, una marca roja sobre el tronco de una carrasca, algo más abajo, señala el punto exacto para adentrarse en un bosque por el que se camina bien.

El sendero, bien marcado, se orienta claramente hacia el Oeste. Dejamos los rodeos y vamos ya hacia el Mascún. En las zonas a la sombra persiste la rosada, vamos atentos a no resbalar. Unas huellas anticipan otras presencias.

De pronto, tras un recodo, salimos al sol y nos sorprendemos mutuamente. Con naturalidad y sin aspavientos, nos miramos, ella se aparta parsimoniosamente y nosotros continuamos contentos por el encuentro.

Manteniendo siempre el rumbo hacia Letosa, y desestimando las demás alternativas, alcanzamos los restos de los corrales de Letosa. Tan sólo quedan las ruinas de lo que hubo antaño.

Corrales de Letosa
Los dejamos atrás y llegamos al punto más alto de la ruta de hoy, poco antes de comenzar el descenso hacia el cauce del Mascún.

Salimos del embeleso y continuamos. Ante un nuevo cartel dejamos la indicación de Letosa y tomamos la del Saltador de las Lañas. Instantes para la contemplación de la maravilla natural por la que nos estamos moviendo.

Entrañas del barranco de Mascún
Cascadas de Peña Guara
Ahora sí que iniciamos el transitar por las fajas y sus sendas. Abrupto descenso hacia el fondo del Mascún superior. Vamos pegados al paredón por sendero estrecho pero bien marcado: a la derecha, pared de roca; a la izquierda, de momento boj que tapa el precipicio. Nos estamos adentrando en las entrañas del Mascún.

Descendiendo hacia el Saltador de las Lañas
Ya salimos al sol, dejamos atrás el tupido boj y encaramos la gran repisa que permite alcanzar el Saltador de las Lañas.

Corriendo por la gran repisa
Lugar quieto, donde tan sólo se oyen el caer del agua y nuestros pasos. Nadie hasta ahora hemos encontrado. Buscamos un lugar al sol para tomar alguna barrita energética.  

Saltador de las Lañas
El rincón tiene un encanto especial, sus aguas transparentes y quietas en lo plano fluyen lentamente hacia las sucesivas cascadas; se requiere un acto de voluntad para reanudar la marcha y dejarlo atrás, pero aún estamos a mitad del recorrido, por lo que hemos de continuar. 

Abandonando el Saltador
A partir de este punto todo es fajas inverosímiles y vertiginosas caídas, que iremos transitando con atención y admiración a partes iguales.

Mirada hacia atrás para observar, al otro lado del barranco, la repisa por la que hemos accedido al Saltador
En el farallón se aprecia "la senda" de acceso al Saltador
Volvemos a encontrarnos con las cabras en estos sus dominios. Ellas algo más alto que nosotros, pero no tanto, que sitio para moverse tampoco sobra.


Con cuidado en los tramos más expuestos y corriendo en los más amplios, el caos kárstico y sus formaciones no dejan de maravillarnos.




Alcanzamos la cabecera del barranco de Raisén, desechamos la cómoda pista que, por lo plano, comunica con Otín, nosotros hemos venido a recorrer las fajas, así que lo cruzamos, siguiendo la indicación de un cartel que indica “Faja de Mascún”, y continuamos a pie de farallón por un camino suspendido sobre el vacío.

Buitres, pináculos, castillos de piedra, vistas interminables.


Peña Los Moros, que culmina con dos torres unidas por un puente: el Castillo
Damos por concluida la ración de fajas y cortados para descender a Otín,

Descendiendo a Otín
Pueblo abandonado, a partir del cual emprendemos el descenso final hacia el cauce del Mascún por un camino entre quejigos (robles) y bojes.

El sendero se torna pedregoso, y en franco descenso llegamos a otra zona bien impresionante de agujas y formaciones rocosas.



La "Cuca de Bellosta" (dcha.) y demás formaciones de "la Ciudadela"
Mientras contemplamos las formaciones rocosas, otros ojos nos miran emboscados. El olor acre delata su presencia.

Ya en el fondo del barranco, marchamos junto al cauce, camino de Rodellar. Vemos a un escalador en “el Delfín” de Mascún.

El Delfín de Mascún
Tomamos unos frutos secos junto a la Surgencia del Mascún. Hay que subir unos 200m de desnivel para llegar a Rodellar y, a estas alturas de la ruta, conviene afrontarlos con un poco de energía fresca.


Finalmente estamos de vuelta en el punto de partida de la circular de hoy habiendo transitado por un paraje espectacular, de tal manera que una sola visita se hace corta para asimilar cada uno de los detalles que ofrece. 

Llegamos a Rodellar al caer de la tarde