miércoles, 31 de mayo de 2017

La Cerrada de Parrate, las Huelgas y varias aldeas despobladas, por caminos solitarios


La Cerrada de Parrate
Muy bien aconsejados por el gran conocedor de estas Sierras, Álex Conejero, que califica esta ruta como impresionante, y que discurre por uno de los parajes más recónditos, agrestes y bellos de la Sierra de Segura, y cuyo trabajadísimo track se puede encontrar en su blog “Por los Cerros de Úbeda”, iniciamos la marcha junto al puente de hierro bajo el que pasa el Arroyo de las Espumaderas a unos 13 km del Camping Llanos de Arance, en la pista que bordea el Embalse del Tranco por el Este, mientras las brumas de la mañana van levantándose dando paso a lo que será un día soleado.

Embalse del Tranco
Por delante un itinerario verdaderamente intrincado a lo largo del cual no nos cruzaremos con nadie en absoluto, transitaremos por zonas que sesenta años atrás estuvieron bastante pobladas, recorreremos los antiguos caminos de herradura, nos asomaremos y nos introduciremos en la Cerrada de Parrate, y al final en la de los Centenares, para acabar culminando una circular de unos 23km de longitud resultando un desnivel en ascenso de algo más de 1.000m de D+, a lo largo de la cual la ayuda del track resulta inestimable para evitar que los titubeos y despistes normales en tan montaraz y abandonado territorio den al traste con una excursión de gran envergadura.

Dejando a nuestra izquierda la cascada del Arroyo de las Espumaderas enfilamos la pista aguas arriba que, en fuerte pendiente, sale desde aquí al SE en dirección al Molino de Parrate.

Arroyo de las Espumaredas
El camino zigzaguea entre antiguos bancales donde las negras aceitunas se encuentran desperdigadas al pie de los viejos olivos hoy desatendidos. Su sabor, penetrante y denso, permanece durante largo rato en el paladar. Los bastones son y serán de gran ayuda a lo largo del recorrido.

Antiguos olivos
Vamos muy atentos al track para, llegados a las proximidades de las ruinas del Cortijo de las Malezas de Pontones (a dos kilómetros largos del comienzo), dejar la pista y adentrarnos hacia el SE entre los olivos y encinas, sin mojón ni hito que lo anuncie, en dirección hacia la Cerrada de Parrate por la que se abre paso el Arroyo de las Espumaderas, cuyo barranco empezamos a recorrer a media altura atentos a la presencia de los jabalíes con los que nos llegamos a cruzar en dos ocasiones.

El sendero está tan difuminado y asilvestrado que resulta bastante dificultoso de seguir. Con el GPS en la mano vamos haciendo camino bajo las enmarañadas carrascas.

Finalmente salimos a una parte elevada y luminosa desde la que ya se divisa la brecha de la Cerrada de Parrate.  Si bien la trocha es estrecha a tramos, y se muestra poco transitada, resulta clara en esta zona.

Por la Cerrada de Parrate
 
La senda acaba introduciéndonos de pleno en la Cerrada, al pie del corte por el que el Arroyo de las Espumaderas salva el perfil rocoso y cae formando pequeñas cascadas.

Antes de tomar el intuido sendero ascendente que, abandonando la senda por la derecha (hacia el S), “nos sacará” a la parte superior, sobre el cortado, continuamos durante unos metros más hacia la base de las cascadas.

Cascadas en la Cerrada
Llegar hasta ellas es la parte más aérea y delicada del recorrido. Unos cincuenta metros de repisa cubierta de guijarros apenas sostenidos, de unos treinta centímetros de anchura en algunos pasos, que nos traen el áspero sabor de la adrenalina a la boca y que tan sólo desaparece cuando, tras ver los saltos de agua en la proximidad, hemos retornado al inicio del sendero ascendente que habíamos dejado atrás.

¡Con mucho cuidado en estas estrechísimas repisas!
De vuelta en el inicio del sendero, ascendemos muy atentos a dónde ponemos las manos con las que nos ayudamos a subir en algunos momentos (ojo a las víboras en estos terrenos, porque vimos una en serpenteante y rápida retirada afortunadamente a tiempo de no poner la mano encima) y salimos a las terrazas calcáreas de la parte superior, donde nos despistamos en algún momento hasta alcanzar un mirador rocoso desde el cual podemos contemplar tanto la hondura de la que venimos, como el apacible lugar de las Huelgas, al que nos dirigimos.

La chopera anuncia las Huelgas
Dejamos atrás la parte más emboscada e intrincada de la circular de hoy y damos comienzo a la que, por caminos y sendas largo tiempo en desuso, nos llevará a visitar viejas aldeas abandonadas, convertidos sus restos en mudos testigos de la vida y el trajín que hace varias décadas hubo por estas zonas, donde cada mínima cosa o lugar tenían su fin en aras de una difícil subsistencia en la naturaleza.

 Sin más demora, que es mucho lo que aún queda por andar, iniciamos el descenso hacia el atractivo y luminoso enclave de las Huelgas, donde el Arroyo de los Centenares aporta sus aguas al de las Espumaderas para juntos precipitarse por la Cerrada de Parrate, alegrada la vista por el verdor de una fresca chopera mientras la mente divaga sobre el posible origen de su nombre (La palabra huelga es una forma derivada del verbo holgar, en el sentido de descansar después de la fatiga del trabajo).

Las Huelgas
Un lugar idóneo para recuperar las fuerzas tras el trabajoso transitar por la Cerrada de Parrate y prepararnos para el largo camino que todavía nos espera, mientras observamos cómo los pinos han crecido dentro de las antiguas estancias que antaño fuesen cobijo de las personas que por aquí moraron.

Dejamos atrás el plácido sitio y los altos paredones bajo los que se encuentra encaminándonos aguas arriba del Arroyo de los Centenares, hacia el Sur, en dirección al pueblo del mismo nombre.


Dejamos atrás las Huelgas
Paredones sobre las Huelgas
Decidimos abandonar temporalmente la planicie por la que discurre el camino y ascender hacia nuestra izquierda, monte a través, hasta los restos de la aldea de Miravete.  
Ascendiendo a Miravete
La vida parece detenida en estos lugares silenciosos y solitarios. Vestigios antiguos que dan testimonio de existencias pasadas.

Miravete
Abandonamos sus ruinas y emprendemos la decidida marcha hacia el siguiente enclave, los Centenares, no sin echar la vista atrás de vez en cuando.


Miravete queda atrás, sobre el claro de la izq., al pie de los paredones

Imbuidos de melancolía nos limitamos a circunvalar lo que queda de la aldea de los Centenares, mirándola desde una respetuosa distancia, mientras seguimos la pista que conduce hasta la fuente y lavadero del lugar.

Fuente y lavadero de los Centenares, que aparece al fondo
La fresca y oportuna agua contribuye a alegrar el ánimo algo decaído por las elucubraciones sobre el pasado y final de estos núcleos habitados en su momento.

Fuente y lavadero de los Centenares
Atrás queda la aldea de los Centenares
Tras ello emprendemos la que será la última subida del recorrido para llegar a la población de las Canalejas, que se encuentra al otro lado de la loma y de la que tan sólo se mantienen en pie su cementerio (cuyo tamaño da idea del elevado número de personas que vivían allí) y las paredes de la iglesia, mientras que del resto de las numerosas viviendas tan sólo quedan piedras amontonadas.  

Cementerio e iglesia de las Canalejas
Siguiendo la pista por la que veníamos abandonamos las Canalejas hasta llegar, pocos metros más adelante, a un arroyo que se enfila hacia el Oeste punto en el cual abandonamos la pista y en su lugar tomamos un camino de herradura que, paralelo al cauce, se adentra en el Estrecho de los Centenares.
 
Hacia el estrecho de los Centenares
Tramo fácil de seguir pero agreste, en el que la imaginación lleva a pensar en las dificultades que encontrarían cuando quienes los transitaban eran los serranos y sus caballerías.

Aguas transparentes en el estrecho
Camino de herradura tallado sobre la roca
Saliendo del estrecho
En un punto determinado, ya saliendo del estrecho, divisamos más abajo entre los pinos la continuación de la pista que antes habíamos dejado a la salida de las Canalejas, y decidimos atajar por el pinar cuando lo vemos factible.

Embalse del Tranco
De vuelta en la pista, con el todavía lejano embalse del Tranco a la vista, no resta más que seguirla hasta cerrar la circular junto a las ruinas del Cortijo de las Malezas de Pontones, punto en el que la habíamos abandonado por la mañana para adentrarnos en la Cerrada de Parrate, descendiendo seguidamente hasta la desembocadura del Arroyo de las Espumaderas en el embalse.

Circular intensa tanto por su longitud y desnivel acumulado, como por la variedad de hermosos paisajes recorridos, en los que los vestigios de la profusa presencia humana, abruptamente interrumpida con la creación del Coto Nacional de Caza, en forma de senderos y asentamientos abandonados y derruidos transmiten al entorno un hálito especial y conmovedor.


Olivos hoy abandonados
Cuando los caminos se quedaron sin tiempo y su memoria se pierde, los lugares que unían se hacen extraños, solitarios y sin nombre. (La Torre del Vinagre. Por Alfredo Benavente Navarro.)

martes, 23 de mayo de 2017

El nacimiento del río Guadalquivir. En un kárstico rincón de tejos milenarios y pinos centenarios.


Nacimiento del río Guadalquivir
El Guadalquivir (del árabe «el río grande») nace en la Cañada de las Fuentes dentro de la Sierra de Cazorla, en un sitio recóndito donde es posible encontrar tejos y pinos milenarios ante los que el espíritu se encoge de admiración mientras les rinde muda pleitesía.

El lugar del nacimiento del Guadalquivir lo describe A. Machado como “Un borbollón de agua clara, debajo de un pino verde”. Modesta surgencia que da lugar al quinto río por extensión de la península ibérica (660 kilómetros de longitud).

Tras una breve parada en éste punto atravesamos un estrecho puente, pasamos por el área recreativa de la Cañada de las Fuentes y continuamos en dirección a Puerto Llano durante aproximadamente 1km hasta encontrar, a nuestra derecha, un pequeño espacio donde se puede aparcar, del que sale un camino con un cartel informativo del sendero para visitar los Tejos Milenarios.

Iniciamos la marcha por una nítida senda en trazada paralela al barranco de la Cañada de las Fuentes que, con su verdor, contrasta notablemente con la kárstica ladera que, desde arriba, se desprende del Aguilón del Loco.

Barranco de la Cañada de las Fuentes, al pie del Aguilón del Loco
Nos adentramos en el terreno de calizas antiguas sobre las que, casi incomprensiblemente, la vegetación arraiga.

A la altura de un gran pino una senda lateral se desprende del mismo e inicia la subida hacia el SE en dirección a la Loma de Cagasebo. La seguiremos más tarde, cuando volvamos de visitar el emplazamiento de los Tejos.

Así, algo más adelante, llegamos al reducto calizo de los Tejos Milenarios, ubicados a los pies del pico Cabañas, una de las máximas alturas del parque natural, donde la orientación norte hace que las temperaturas sean frescas a lo largo del año.

Gran tejo milenario
Los tejos buscan lugares inhóspitos para crecer, por lo que generalmente muestran un aspecto torturado y retorcido propio de tantos “rayos y centellas” como les han caído encima a lo largo de su dilatada y dura existencia. Nada parece detenerles y van creciendo lentamente hasta alcanzar edades muy avanzadas.


Enmudecemos ante la contemplación de estos supervivientes. El lugar entero resulta impresionante, nos sentimos partícipes fugaces de una naturaleza que nos sobrepasa, en la que el tiempo parece haberse detenido.


Reverentemente dejamos el recoleto emplazamiento y retornamos por el camino de acceso hasta encontrar de nuevo la senda que se dirige a la Loma de Cagasebo.

A la dcha. de este pino arranca la senda hacia la loma de Cagasebo
Comenzamos a ganar altura por un buen sendero en el que el pino impera sobre un sotobosque de romero y punzantes erizones.



El camino supera los últimos metros serpenteando entre las rocas calizas y alcanza la Loma de Cagasebo.


De nuevo nos  sentimos transportados a tiempos remotos. De la aplanada loma colonizada vegetalmente por erizones, sobresalen pinos centenarios  bien aferrados al áspero terreno, que de otra manera no aguantarían los vendavales que azotan estas alturas tan desprotegidas.


Ramas como brazos que casi se apoyan sobre el suelo.

Troncos gruesos y retorcidos, de gran diámetro.

Deambulamos entre estos auténticos monumentos naturales y finalmente nos detenemos bajo uno de ellos para comer unos frutos secos antes de emprender el regreso.


Dejamos atrás la elevada loma y encaramos el descenso contemplando las abundantes nubes que cubren las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas.


La vegetación de la Cañada de las Fuentes ofrece perspectivas adicionales a las observadas durante la subida.


Más abajo los vivos colores de la primavera iluminan un paraje donde tenemos el privilegio de, por unos instantes, movernos entre supervivientes de épocas pretéritas.

El track de esta ruta, ampliada con el ascenso al Aguilón del Loco, se puede encontrar en el blog de Álex “Por los cerros de Úbeda”