domingo, 25 de junio de 2017

El irresistible encanto de las manzanas. O cómo conseguir que algunos animales en la naturaleza coman de tu mano.


 
Teniendo presente que el animal grande suele ser percibido como un peligro potencial por el más pequeño, y que en los entornos naturales por los que nos movemos en España el hombre es de los más grandes, si queremos aproximarnos a ellos sin que nos rehúyan, penetrando en su particular perímetro de seguridad, hemos de esforzarnos en NO SER TOMADOS COMO UN PELIGRO, de otra manera huirán, la mayoría de las veces sin ni siquiera ser vistos.  

La mejor forma de entablar una relación es ofreciendo un obsequio, y ¡Qué mejor regalo en la naturaleza que algo para comer, y tan sabroso como la manzana!

Y aquí es donde el “homo sapiens” ha de hacer uso de la “sapiencia”, alejando de nuestra forma de actuar cualquiera de los hábitos provenientes de “la civilización”, y tratemos de “ponernos en su lugar”. Lo que a nosotros nos asustaría también les asustará a ellos. Por lo tanto, y sin olvidar que “solemos ser el animal más grande”:

·         Obsérvalos, déjate ver y oler, sin movimientos bruscos ni sobresaltos, esboza una sonrisa sin enseñar los dientes, no les mires fijamente a los ojos, clava la vista en el trozo de manzana que sostienes en la mano, ponla a su altura, muéstrala lentamente, deja que su mirada pase de ti a la fruta y viceversa.

 

·         Si hay suerte centrarán finalmente la vista en lo que sostiene tu mano, esto es señal de que has sido aceptado en su inestable círculo de confianza, comenzarán a acercarse lentamente. Deja que sean ellos quienes se aproximen.

 


·         Procura no romper el tenue vínculo recién creado con algún tipo de movimiento brusco (aguanta ese inoportuno picor de la nariz; no prestes atención a la mosca que, tras posarse, anda sobre tu frente; tu propia mirada centrada también sobre tu mano). Sé paciente, si tratas de forzar la situación solo conseguirás espantarlos.

 
En función del hambre que tengan y de cómo te perciban se acercarán más o menos e incluso, si hay suerte y con paciencia, algunos comerán de tu mano. Los que lo  hagan tan sólo te rozarán con sus belfos o bigotes, notarás el vaho cálido de su agitado aliento, hasta la humedad del hocico y la tersura de su lengua; en tanto en cuanto les dejes llevar la iniciativa sus dientes no te lastimarán, ni te tocarán en la mayoría de los casos. 

Hay diferentes grados de resistencia al innegable atractivo de las manzanas. El perímetro de seguridad depende de los animales:

o   Corzos: ¡Cincuenta metros son pocos!, yo creo que ni se fijan en las manzanas, de tan atentos como están a la persona.

 


o   Cabras: ¡Llegan a comer de la mano!

 
 
 
 
 
o   Jabalíes:

·         Si son muy pequeños (jabatos) vale más ni pensar en aproximarse a ellos, y si se te acercan, lo mejor que se puede hacer es rehuirlos y mantener el ojo avizor, que la madre aparecerá de golpe hecha un basilisco y enfilando derecha hacia ti.
 
·         Si son ya algo mayores, como los de las fotos, se comportarán como sus primos los cerdos domésticos y comerán lo que se les eche.

 
 
 
 

o   Zorros: Tan sólo los ejemplares jóvenes han acudido a la comida ofrecida. Los adultos son bastante huidizos.

 
 
 
 
 

o   Caballos: Son muy sociables. La mayoría comen de la mano

 
 
 

o   Asnos: Son tan sociables que lo que cuesta es sacárselos de encima. Se pegan a quien les da de comer con una perseverancia inaudita. Y si se les rasca con la mano el interior de sus grandes orejas hay compañero para un rato largo.



Para mí, una de las experiencias más agradables que me aportan las marchas por la naturaleza es la de interactuar con el resto de los animales que en ella habitan; en verlos y ser visto, siendo considerado como “uno más” en el entorno y, de tanto en tanto, compartir con ellos alguna pieza de las manzanas que suelo llevar en la mochila.

martes, 20 de junio de 2017

Pico del Nevero desde el pueblo de Lozoya. Por sendas poco frecuentadas.


Pico del Nevero desde Lozoya
El Pico del Nevero, con sus 2.209m de altura, es la cumbre más oriental de las que componen el largo cordal que, comenzando en Cotos con los picos de Dos Hermanas y Peñalara, circunvala el valle del río Lozoya, delimitando las provincias de Segovia y Madrid. Unos veinte kilómetros hay entre el Nevero y la cima de Peñalara.

Se trata de un monte cuya silueta es visible desde que se entra en el valle del Lozoya, y cuyo pequeño cóncavo de la cara Sur  mantiene un nevero hasta bien entrada la primavera, de ahí su nombre.

Aunque la vía habitual hasta la cima arranca desde el puerto de Navafría, al cual se accede por carretera y cuya altitud (1.773m) convierte el ascenso en un agradable paseo que salva un desnivel de unos 450m, nuestro propósito de hoy es realizar la subida partiendo desde el pueblo de Lozoya, y más concretamente desde la ermita de la Fuensanta, lugar al que se llega por una corta pista que arranca en el km 2 de la carretera de acceso al puerto de Navafría, y donde se puede dejar el coche.

Hasta alcanzar la cima tenemos 1.000m de desnivel atravesando las diferentes franjas vegetales que cubren estas laderas: robles hasta los 1.500m, pinos y otras coníferas hasta los 1.800m y enjutos piornos y enebros a partir de ahí hasta que el pasto de altura y la piedra toman el relevo.

Félix, Jordi, José, Luís, Paolo, Santi y yo tenemos el propósito de completar una circular que nos llevará primero hasta el Puerto de Navafría a través de las escondidas sendas que atraviesan el bosque por el que discurre la carretera; desde el Puerto, cordal arriba hasta la cima y seguidamente bajada por las Lagunas del Nevero hasta la Peña del Cuervo para, desde ésta, descenso “todo tieso” y monte a través hasta el Depósito de Agua de Lozoya. En total, un recorrido de unos 16km de longitud, salvando un desnivel total en ascenso de 1.025m de D+.

Son poco más de las 8h cuando iniciamos la marcha en la ermita de la Fuensanta (1.230m). Cruzamos el puente que hay junto a la fuente y comenzamos ascendiendo hacia la derecha por la pista que se encuentra al otro lado, dejándola en la primera curva para continuar por una senda que enseguida se estrecha, aguas arriba del arroyo de la Fuensanta.

Ermita de la Fuensanta
Caminamos junto al arroyo, inmersos en un agradable y fresco robledal, escuchando cómo los pájaros van afinando sus trinos.

Arroyo de la Fuensanta
 
Hay que ir prestando atención para escoger la trocha debida si queremos evitar salir a la carretera, y no siempre se acierta a la primera. El robledal resulta fresco y agradable de transitar.  

 
Tres veces cruzaremos obligatoriamente el asfalto para, “al otro lado”, internarnos de nuevo en el bosque y seguir ascendiendo aprovechando trochas difusas, en el robledal, y sendas más marcadas, en el pinar.

Hacia los 1.450m de altitud el selvático roble comienza a dejar paso al rectilíneo y esbelto pino.

El sotobosque de helechos cubre de verde las laderas. Las ortigas “aderezan” el entorno dejando su impronta, tarde o temprano, en las piernas. Muy poco frecuentados se ven estos caminos.

Tras el tercero de los cruces de la carretera tomamos una clara y amplia pista que permite ganar altura más cómodamente. Este camino termina en un cortafuego hacia el que nos embocamos, para abandonarlo por la izquierda tras apenas cincuenta metros, tomando un sendero que conduce hasta el Puerto de Navafría (1.773m). Si hasta aquí hemos transitado por un entorno solitario e infrecuente, a partir de este punto, nos incorporamos a la ruta habitual de ascenso al Pico del Nevero. Es más, coincidimos con un autocar del que desciende un nutrido grupo de personas (¡Más de veinte!) que se preparan para iniciar la subida al Nevero ¡Cuántos somos cuando nos miramos, y cuán pocos cuando nos comparamos!

Antes de comenzar el ascenso hacia el Pico nos acercamos a “ver la hora” en el  reloj solar que hay en la proximidad.

Tras visitar el reloj continuamos la marcha descartando la senda hacia el área recreativa de las Lagunillas, y en su lugar cruzamos la valla por un torno para incorporarnos al inicio del Sendero de Pequeño Recorrido PR-M 32, con marcas blancas y amarillas, que termina en el Collado del Reventón a los pies del Pico de Peñalara.

Por delante, y hasta casi la cima del Alto del Puerto, unas rampas muy exigentes que ponen a cada uno en su lugar, compartiendo esfuerzo y sudores con el grupo del autocar.

El Alto del Puerto ya es visible y no tan lejano.

Alto del Puerto
Al finalizar el pinar las rampas se suavizan un poco, el piorno en flor toma el relevo de los árboles y las vistas se hacen más amplias, permitiendo contemplar el valle del Lozoya, la Cuerda Larga y hasta la cima de Peñalara.

Embalse de Pinilla. Al fondo, la Cuerda Larga
Pico del Nevero en primer plano. Al fondo, el Pico de Peñalara
Zoom sobre el Pico de Peñalara
Seguimos cordal adelante pasando junto a antiguos restos bélicos (trincheras y apostaderos) para alcanzar finalmente la muy concurrida cima del Pico del Nevero (2.209m) a cuyo paralelepipédico pilón geodésico ni nos acercamos, de tantas personas como hay a su alrededor y encima mismo.

Mientras tomamos algo de alimento en la cima, contemplamos el amplio paisaje que se divisa desde la misma. No nos demoramos demasiado porque la temperatura va subiendo persistentemente; los 20ºC que teníamos en la ermita al comenzar se han convertido ya en 25º, y eso que tan sólo son las 11:30h ¡Y ahora toca bajar por la cara Sur!

La Cuerda Larga desde la cima del Pico del Nevero
Dejamos la cima y seguimos unos mojones que indican el camino de descenso hacia las Lagunas de Hoyos de Pinilla, que se encuentran en una pequeña planicie al pie justo de la cara Sur del Pico del Nevero,  conformando un rincón recogido y agradable.

Las Lagunas de Hoyos de Pinilla 
El Pico del Nevero alzándose sobre las Lagunas
A partir de este punto seguimos el sendero que viene del área recreativa de las Lagunillas, vadeamos el arroyo del Hornillo,
 
Arroyo del Hornillo
Y nos encaminamos hacia la Peña del Cuervo (1.920m), lugar “sobreprotegido” con barandillas. La visión en línea recta desde este mirador: ladera, un claro y amplio cortafuego, área recreativa del Mirador y abajo del todo, Lozoya y el embalse de la Pinilla, nos impulsa a decidir que lo mejor y más rápido es emprender el rectilíneo descenso “monte a través” y todo derecho hacia Lozoya.

Rectilíneo itinerario de descenso, desde la Peña del Cuervo
A partir de aquí comienza lo más penoso de la ruta. El calor va apretando ya de lo lindo y la pendiente es muy fuerte. Hay que ir con cuidado para no tener una torcedura, que los guijarros son peligrosos.

Primero por una torrentera y después embocados en el cortafuego, tras haber descendido unos doscientos metros de altitud alcanzamos el torno que da acceso a la explanada del área recreativa del Mirador (1.725m).

Lugar inesperadamente solitario, muy apacible y ¡Con una fuente de agua fresca! Antes de proseguir cortafuego abajo nos refrigeramos un poco en la sombra y con el agua.

En el área recreativa del Mirador
Atrás queda lo descendido ya, desde el Pico del Nevero y la Peña del Cuervo.

A la izq. el Pico del Nevero; en el centro, la Peña del Cuervo; a continuación el cortafuego descendido
Por delante lo que aún nos queda por bajar, con el termómetro marcando ya los 29ºC.

Continúa la bajada
Tan abruptamente como empezó, acaba el cortafuego, dando paso a una empinada ladera que nos lleva al comienzo del robledal, en el que nos internamos sin dudarlo. Al menos iremos a la sombra.

El robledal nos espera
En un momento determinado vadeamos el arroyo del Navarejo, cuya fresca agua agradecemos sobremanera. Estamos a punto de abandonar el cobijo de los árboles y salir a la solana.

Alcanzamos una pista que reverbera y donde una vaca nos contempla como a unos “aparecidos”. En estos momentos la temperatura ya rebasa los 30ºC.

Seguimos por la pista hacia el Depósito de Agua de Lozoya contemplando la frondosidad del robledal que nos rodea.

Al poco de pasar junto al Depósito (1.200m) buscamos un sitio adecuado para cruzar el arroyo del Palancar y  el campo que hay entre él y la ermita, tarea esta poco grata por la ingente cantidad de resecas espigas que traspasan zapatillas y calcetines, así como por la necesidad de salvar un murete delimitador rematado por una línea de alambre espinoso.

Alcanzada la pista del “otro lado”, bajo un sol de justicia (33ºC), ascendemos los últimos metros que nos llevan de vuelta a la ermita de la Fuensanta, donde rápidamente buscamos el remojo que proporcionan las aguas del arroyo del mismo nombre, cerrando así la circular que iniciamos con la fresca de la mañana y que culminamos con el tórrido calor de este mediodía de un verano que ha entrado con fuerza.
De izq. a dcha.: Paolo, Jordi, José, Santi, Félix y Luís

Circular realizada